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En el principio: Un estudio en Génesis 37-50

DÍA 2 DE 11

¿Cómo podemos confiar en que Dios obrará en nuestra familia mientras nosotros trabajamos en nosotros mismos?

Casi todo el mundo tiene al menos un miembro de la familia que está tomando decisiones tontas y apresuradas que dañan y perjudican a su familia y su futuro. Es tentador para otros miembros de la familia poner su vida en espera en un esfuerzo por salvar de sí mismo al miembro de la familia que siempre tambalea. Sin embargo, cuando lo hacemos, no solo les ayudamos a ellos, sino que nos perjudicamos a nosotros mismos. El tiempo, la energía y el dinero que tomamos de nuestra vida, nuestro matrimonio y nuestra familia para depositarlos en la vida ellos, a menudo no hace más que transferir su dolor hacia nosotros. En la historia de Judá y Tamar, vemos este mismo escenario, pero también vemos que con el tiempo y gracias a su paciente gracia, Dios obra para transformar la vida y el legado de Judá sin que José tenga que llevar la carga por su hermano.

Como la historia de José acaba de empezar en Génesis 37, el relato de Judá y Tamar parece, a primera vista, una interrupción innecesaria en la creciente trama. Sin embargo, el enfoque de Moisés al final del Génesis se centra primeramente en Jacob y después en su hijo José. Por lo tanto, esta sección encaja en el marco de la conclusión del libro, ya que Judá es, como José, uno de los hijos de Jacob. Esta escena nos ayuda a ver la pecaminosidad de Judá, ya que es, en muchos aspectos, un joven muy parecido a lo que era su padre a esa misma edad. Con el tiempo, Dios transformará a Judá, como lo hizo con su padre Jacob, de un hombre impío a un hombre piadoso apto para ser un patriarca que lleve las promesas del pacto a las siguientes generaciones.

La telenovela de la familia de Jacob da un giro muy característico de un programa de televisión en Génesis 38. Tanto Abraham como Isaac habían temido la idea de que sus hijos se casaran con mujeres cananeas, ya que eso les haría alejarse de Dios (Génesis 24:3, 28:1). Pero Judá lo hizo y tuvo tres hijos llamados Er, Onán y Sela. Er se casó entonces con una mujer llamada Tamar y, sin una gran explicación ni detalles, se nos dice que él era un hombre malvado al que Dios simplemente le quitó la vida.

En aquella época era costumbre que la viuda se casara con el hermano de su marido, que la cuidaría, la protegería y le daría hijos para asegurar su participación en la herencia de la familia y para que la cuidaran en su vejez (Deuteronomio 25:5-6). Por lo tanto, el deber de cuidar a Tamar recayó en el siguiente hijo, Onán. Onán se alegró de acostarse con Tamar, pero se negó a cumplir con su obligación de cuidarla. Por lo tanto, buscó solo disfrutar de la intimidad con ella, pero no embarazarla ni tener ninguna devoción por ella. Esto es egoísta y abusivo. A pesar de las disparatadas conjeturas especulativas sobre el pecado de Onán, él estaba desobedeciendo a Dios y deshonrando a Tamar al tener relaciones sexuales sin querer estar obligado a ella de ninguna manera, ni cuidar de su cuñada viuda. Aparentemente, Judá no era un gran padre, ya que Er y Onán eran hombres impíos y Dios mató entonces a Onán como había hecho con su hermano Er.

La pobre Tamar, que ahora había perdido, en esencia, a dos maridos que eran hombres impíos, fue entonces llevada a la casa de su suegro Judá, que trató de cuidar de ella. Le pidió que esperara a que creciera su hijo menor, Sela, y le prometió que se la daría en matrimonio. Algunos años después, Sela había crecido, pero Judá no cumplió su promesa de darle a Tamar como esposa.

Así que, al igual que Eva, que dominó a Adán, Sara, que entregó a Abraham para que se acostara con su sierva Agar, y Raquel, que entregó a Jacob, el padre de Judá, para que se acostara con su sierva Bilha, Tamar tomó el asunto en sus propias manos en lugar de confiar en Dios por fe. Se vistió como una prostituta con intención de seducir. Sin saber que se trataba de Tamar porque se velaba la cara, Judá se acostó con ella. Sin embargo, él mismo no tenía los recursos para pagar la prostitución, así que le dio el equivalente a una tarjeta de crédito y su identificación como garantía.

Tamar se quedó embarazada del confiado Judá. Tres meses más tarde, Judá descubrió que Tamar había quedado embarazada actuando como prostituta y se volvió hipócritamente un santurrón, exigiendo que fuera quemada hasta la muerte. Con ello, Judá demostró el mismo corazón insensible que le llevó a vender a su hermano como esclavo, a mentir a su padre y a no llorar la muerte de sus dos hijos mayores.

Tamar presentó entonces los objetos que Judá había dejado con la prostituta con la que se acostó, revelándole que había quedado embarazada de él. Atrapado en su propio pecado, Judá declaró, con mucha razón, que ella era más justa que él, que había pecado contra ella al no haberle dado a su hijo Sela como esposo, y no volvió a acostarse con ella. Al igual que Rebeca antes que ella, Tamar dio a luz a dos niños gemelos y los llamó Fares y Zara.

En un irónico giro de la trama, Jacob, el embaucador, había sido engañado por su hijo Judá para que creyera que su hijo José estaba muerto. Al mismo tiempo Judá, que era un embaucador como su padre, luego fue engañado por Tamar para convertirse en el padre de los hijos de su nuera. El punto teológico de la historia (que Judá se parece mucho a su padre) fue anterior a su conversión y Dios tiene tanto trabajo que hacer para preparar a Judá para que se convierta en un patriarca del pacto como lo hizo con su padre, Jacob, porque a través de los descendientes de Judá vendría el rey David, y el Rey de reyes Jesucristo. La inmoralidad sexual de Judá también contrasta fuertemente con la pureza sexual de José que estudiaremos a continuación.

Pregunta:

En un acto de la gracia de Dios, Jesús desciende de la línea familiar de Judá. Busca los siguientes pasajes de las Escrituras para ver esto de manera clara (Mateo 1:1-3; Hebreos 7:13; Apocalipsis 5:5).

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Acerca de este Plan

En el principio: Un estudio en Génesis 37-50

En este plan de 11 días, estudiarás Génesis 37-50, que te llevará a través de la vida de Jacob y sus 12 hijos, quienes se convirtieron en las 12 tribus de Israel. Estos capítulos destacan la vida de uno de ellos, José, y su trayectoria de sufrimiento y perdón. Esperamos que aprendas la importancia de confiar en Dios en tiempos difíciles y a perdonar a quienes te lastiman o decepcionan.

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Nos gustaría agradecer a Mark Driscoll por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://realfaith.com/