SimplificarEjemplo

Escrito por Daniel, 19 años de Suwanee, Georgia, EE. UU.

¿Alguna vez has estado en una situación en la que el miedo te abrumó y te sentiste indeciso a la hora de dar un paso en una determinada dirección? Tal vez fue para acercarte a ese grupo con el que es intimidante hablar. Tal vez fue para contarle a un amigo una noticia que no le iba a gustar escuchar, ya sea buena o mala.

Cuando leí este versículo, inmediatamente me recordó la vez que tuve la oportunidad de contar mi historia en el escenario frente a todo el ministerio de mi bachillerato. Todo ese día escribí notas en una hoja de papel. Entonces, llegué temprano para practicar lo que iba a decir antes de hacerlo frente a todo el grupo. Cuando subí al escenario para practicar, los nervios empezaron a aflorar a pesar de que sólo me miraban unas diez personas. Después, lo único en lo que me concentraba era en lo nervioso que estaba y en que si me iba a equivocar con más de 100 personas observándome. Pero justo antes del servicio, tuvimos una oración de equipo y recuerdo específicamente que la gente oró para que todos mis nervios desaparecieran. No puedo expresar con palabras como me sentí después de esa oración: estaba preparado para todo. Cuando subí al escenario por segunda vez, frente a todos, todos mis nervios se habían ido. Me olvidé completamente de mis notas y hablé como si estuviera hablando con mi mejor amigo. Situaciones como esta me ayudan a recordar que gracias a que Dios está con nosotros, no debemos tener miedo.

Hoy, quiero desafiarte a que busques un lugar tranquilo para hablar con Dios sobre cualquier temor que puedas tener. Pídele que te ayude con todos tus miedos, dudas, ansiedades y estrés.

Es posible que pedir ayuda no cambie automáticamente la situación, pero sí puede servir como recordatorio de que el Dios que te ama está contigo.