El Principio De La Cuarta DimensionMuestra
Existen 3 áreas básicas en donde mora el Espíritu Santo. Si bien existen una infinita cantidad de elementos, quisiera centrarme en estos 3.
Primero, la mentalidad es una de las áreas de contacto más cruciales de la cuarta dimensión que presenta la Biblia. Antes de usar al hombre como instrumento en Sus manos, Dios siempre cambia la manera de pensar del hombre a través de Su Palabra. Fíjate en Abraham. Abraham vivió toda una vida mediocre hasta que llegó la Palabra de Dios a su vida, cuando oyó una voz que decía: “Haré de ti una nación grande, y te bendeciré, haré famoso tu nombre, y serás una bendición” (Génesis 12:2). Hasta ese instante, Abraham no tenía ni siquiera un hijo, por tanto, su pensamiento no iba más allá de su propia persona y de su esposa. Jamás había imaginado que Dios tendría en Sus planes formar una nación grande, y muchos menos por medio de él. Sin embargo, la Palabra de Dios cambió el mecanismo de su pensamiento, sobretodo cuando Dios le ordenó cambiar el nombre: “Tú serás el padre de una multitud de naciones. Ya no te llamarás Abram, sino que de ahora en adelante tu nombre será Abraham, porque te he confirmado como padre de una multitud de naciones” (Génesis 17:4-5).
Todo se inicia en una raíz llamado mentalidad. Es en esta área de contacto donde se determina la vida o la muerte, el éxito o el fracaso, el gozo o la tristeza. No es ninguna exageración afirmar que somos el producto de lo que pensamos. Es decir, somos lo que somos, porque pensamos de una cierta manera. El cuerpo y las circunstancias son influenciados por nuestros pensamientos. La ira, el enojo, la raíz de amargura, el odio, el rencor, el complejo, el temor, la ansiedad, la autoestima, también son originados en el mundo de la mentalidad. El hombre está en una lucha constante de diversos pensamientos. Por esta misma razón, la Biblia enfatiza la mentalidad, al decir: “Por último, hermanos, consideren bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio” (Filipenses 4:8).
Segundo, el sueño es el otro nombre de la grandeza. El Espíritu Santo usa a aquellos que conciben los sueños de Dios. El sueño es el lenguaje del Espíritu Santo. La Biblia más de una vez dice: “Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne... vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños” (Joel 2:28; Hechos 2:17). Pero existe una distinción entre el sueño del hombre y el sueño del Espíritu Santo. El primero más que un sueño es una ambición, y se caracteriza por ser egocéntrica, mientras que el último más que un mero sueño es una visión, y nace en el corazón de Dios, y es transmitida al hombre mediante el Espíritu Santo. Hoy en día, muchos de los libros de auto-ayuda hacen referencia al tema de los sueños. No obstante, esto no deja de ser una ambición, ya que no está relacionado con la fe en Jesucristo, y es egocéntrico.
Abraham era un visionario. Desde aquella noche que el patriarca visualizó la innumerable cantidad de estrellas del cielo, no dejó de soñar con ser padre de multitudes. Algo similar ocurrió con José. Un día José soñó que las gavillas de sus hermanos hacían reverencias a su gavilla, a lo que sus hermanos le recriminaron, diciendo: “¿De veras crees que vas a reinar sobre nosotros, y que nos vas a someter?” (Génesis 37:8). Pero el sueño de José no terminó allí, y soñó que el sol, la luna y once estrellas le hacían reverencias.
Nota que en ambos casos, Dios les hizo concebir la visión con el objetivo de mostrarles el destino, y eso mismo es a lo que Abraham y José se aferraron por fe. El sueño no es otra cosa que el destino de la vida de uno. El sueño marca la diferencia, a tal punto que la gente nos dirá: “¡Ahí viene el soñador!” (Génesis 37:19).
Tercero, la confesión de la palabra es la tercera área de contacto por medio del que el hombre puede acceder a la dimensión espiritual del Espíritu Santo. A decir verdad, la Palabra ha estado presente desde la misma creación del universo, cuando Dios dijo: ¡Que exista la luz! (Génesis 1:3). A partir de ese momento, la Palabra llegó a formar parte en la vida del planeta. Pero existe una gran diferencia entre la palabra del hombre y la palabra de Dios. Debido a que la palabra pertenece a la cuarta dimensión, la palabra del hombre también tiene un poder creativo, aunque limitado. Por tanto, el punto máximo de la confesión llega cuando el hombre confiesa la Palabra de Dios mediante la divina inspiración del Espíritu Santo.
Fíjate en Abraham. Cuando la Palabra de Dios llegó a su vida por primera vez en Génesis capítulo 12, Abraham comenzó a pensar diferente, y a hablar diferente. Ya no decía: “Pobre de mí, que no tengo ni siquiera un hijo”, sino que empezó a declarar: “Soy padre de una multitud de naciones. Por medio de mí serán bendecidas todas las familias de la Tierra”.
Si quieres vivir bajo el principio de la Cuarta Dimensión, te invito a pensar, soñar y confesar en acorde a la Palabra de Dios.
Escrituras
Acerca de este Plan
¿Victoria o derrota? ¿Éxito o fracaso? ¿Conquista o Status Quo? ¿Sobrenatural o natural? ¿Reino de los cielos o este mundo? Todo se resume en que si tú vives o no en la dimensión sobrenatural del Espíritu Santo. En este plan de 3 días, el pastor Ariel Kim te guiará para que tú también puedas vivir en esa dimensión sobrenatural.
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