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EL ALIADO PERFECTO

Un día estaba ministrando en una reunión y hablando de los milagros. Había una mujer incrédula, porque había sufrido un accidente y a causa de ello una de sus piernas era más corta que la otra. Con la pierna que había quedado más corta no llegaba a tocar el suelo estando sentada en la silla.

Ella luego nos contaría que, mientras la reunión continuaba y enseñábamos sobre orar por enfermos, su pensamiento era: “Estos son de esos milagreros falsos que andan por ahí”. Pero en un momento, mientras oía la enseñanza, yo pronuncié las palabras: “El Espíritu Santo glorifica a Jesús”, y al terminar de decirlas se escucharon gritos en el auditorio. La mujer dejó su asiento, comenzó a acercarse corriendo y me abrazó mientras gritaba: “¡Yo estaba diciendo que eran milagreros falsos, pero cuando dijiste que el Espíritu Santo glorifica a Jesús, mi pierna comenzó a crecer sin que nadie ore por ella!”.

La hermana lo había comprobado, porque la pierna con la cual estaba acostumbrada a no tocar el suelo al sentarse comenzó a crecer al punto de tocar el piso como la pierna sana. ¿Y quién lo hizo? Fue el hermoso Espíritu Santo.

Oremos para que el Espíritu Santo nos guíe, acompañe y ayude a glorificar el nombre de Jesús.