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Más fuerte que nosotros

Cuando nos comparamos con el poder de Dios, nos damos cuenta de cuán débiles somos. A pesar de que Dios nos ha hecho a su imagen y semejanza, no hay duda de que hay una gran distancia entre nosotros, dada su infinita grandeza y poder.

Sin embargo, siendo ésta una realidad que no podemos cambiar, muchos se han engreído de tal manera que se creen autosuficientes y van navegando en esta vida con sus propias fuerzas. Es por ello que nos encontramos ante un mundo tan apartado de Dios, tan ensimismado que piensa de sí con prepotencia y arrogancia.

Sin embargo, ocurre algo maravilloso con los creyentes, con los que se han mirado a sí mismos para darse cuenta de su condición de pecado y perdición. Estos creyentes entre los que, por la gracia del Señor me incluyo, pasaron de muerte a vida. Vieron a Cristo crucificado y supieron que en esa aparente debilidad, podían encontrar la salvación y la vida eterna.

Entonces, estando ya en Cristo, nuestra visión de la vida se fue haciendo otra para reconocer que para ser fuertes necesitamos las fuerzas de Dios. Dejamos de vernos a nosotros mismos como autosuficientes y nuestros ojos se abrieron para saber que las fuerzas de Dios son las que necesitamos. “Nadie será fuerte por su propia fuerza.” 1 Samuel 2:9

A medida que la Palabra de Dios va llenando espacios vacíos en nosotros nuestra fe se va elevando al reconocer que Dios es nuestra fortaleza y que Él se goza en fortalecernos. Aun cuando estamos conscientes de nuestra debilidad y nos encontramos con ella todos los días, nuestro amado Salvador extiende su brazo de poder y nos traslada de nuestra fragilidad al poder de su fuerza. Efesios 6:10

Pablo estaba muy consciente de su humana debilidad, de sus flaquezas, pero también tenía muy claro que Dios le fortalecía. “Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.” 2 Corintios 12:10. A primera vista, ¿no es esto una gran contradicción? ¿Cómo es que se puede ser fuerte cuando se es débil?

La respuesta la tiene el Señor, Él nos ha mostrado que cuando reconocemos nuestra debilidad y nos asimos de su fuerza, Él nos fortalece. Nadie que vaya ante Dios descansando en sus propias fuerzas, tendrá la bendición de ser fortalecido. Pablo lo aprendió por su propia experiencia. Dios le había hablado: “Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.

Esa es la gloriosa verdad para los hijos de Dios, sobre nosotros reposa el poder de Cristo. Independientemente de lo débiles que podamos sentirnos hay un poder divino que nos levanta, que nos esfuerza y fortalece. Hay un poder divino en nosotros que se alza sobre nuestra fragilidad para darnos fuerzas, aun cuando no tenemos ninguna.

“El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas.” Isaias 40:29

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ngfigue@yahoo.com

Agradecimiento especial al pastor Jonathan Riddering por su colaboración en el arte gráfico