Hermosa, Bendecida Y ¿Deprimida?Muestra

Eres suficiente

Nunca podríamos hacer lo suficiente para recibir el amor o la aceptación de Dios. Por esto mismo lo tenemos a través de la gracia.

El significado de gracia es “regalo no merecido”. Entonces sí, ya eres lo suficiente.

¡Eres hija de Dios!

¿Por tus propias fuerzas o mérito? No. Pero lo eres a través de Dios que ahora vive en ti.

A través de Él tienes acceso inagotable a nuevas fuerzas, paz, sabiduría y amor.

La religiosidad está anclada en apariencias y juicios sobre los demás. No puede ver a las personas con los ojos de Dios. Y por esta misma razón, no debes aceptar etiquetas que otras personas usan para describirte.

Nuestra identidad real es la que Dios nos da. No depende de nuestros éxitos o fracasos. Tampoco de lo que aparentamos a los demás.

Atención: Nosotras mismas, tampoco debemos ponernos "etiquetas".

La verdad es que nuestra identidad en Cristo es tan maravillosa que se vuelve algo muy grande para entrar en nuestras cabezas. Pero sí es la única que renueva nuestras mentes.

En el mundo religioso la persona es lo que hace. Debes trabajar para recibir tu aceptación de Dios. Pero es un interminable esfuerzo que termina en un desierto espiritual.

Jesús no murió para que tengamos una nueva religión. Él no murió para que necesites de la aceptación de algún grupo religioso. ÉL murió y resucitó para que tengas vida: la vida eterna y la vida en abundancia.

Para los religiosos no puedes hacer lo suficiente. Honestamente, para Dios tampoco.

¿Pero cuál entonces es la diferencia? La gran diferencia es que Dios acepta esta realidad y no lo relaciona a tu identidad: ¡Su inmensamente amada hija! Ya no necesitas hacer para ser. No necesitas vivir con baja autoestima y puedes ser libre de las opiniones de los demás.

De esta forma serás por siempre, por toda la eternidad hermosa, bendecida y llena de gozo.

“Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo” (2 Corintios 12:9).

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