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Menos dependencia a la adulación

La Biblia nos deja ver que Jesús es alguien muy famoso, multitudes lo siguen y lo admiran durante Su ministerio en la tierra. Esto no es una amenaza para Él, pero quizás sí lo era para el corazón de Sus discípulos, así que cierto día, les dejó claro esto:

"Haced que os penetren bien en los oídos estas palabras; porque acontecerá que el Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres".

Dicho de otra forma, las manos que un día aplauden, al otro día pueden ser las que señalen. Las bocas que un día adulan, al otro día pueden ser las que desprecien. Las personas que un día aprueban, al otro día pueden ser las que desprecien. Los aplausos y la aprobación son indicadores válidos, hasta que nuestro corazón depende de ellos.

La Biblia enseña que Dios da gracia a los hombres, Él nos da la habilidad de agradar a las personas, a veces por el don que nos da o la personalidad, y está bien. De echo, debe ser parte de la misión, atraer personas. El problema radica cuando nuestro corazón se vuelve dependiente a ello. La Iglesia necesita depender menos de la audiencia que tiene lo que Dios nos da. Si es uno o mil. Si vives por el aplauso, morirás con el silencio. Si vives por la aprobación de la gente, morirás con su desprecio.

Una Iglesia determinante depende menos de la adulación.