Mi TestimonioMuestra
COMO A TI MISMO
“Porque a mis ojos eres de gran estima, eres honorable, y yo te amo; daré, pues, hombres por ti, y naciones por tu vida” (Isaías 43:4).
Cuando nos detenemos a pensar en los poderosos y eternos principios de la palabra de Dios, nos maravillamos. Cada uno de ellos nos enseñan cómo debemos proceder y qué actitud debemos tomar ante Dios, como Rey de Reyes y ante nuestro prójimo, como uno “de mis hermanos más pequeños” (Mateo 25:40), quiero concentrarme en el segundo punto.
Conocemos bien la vigencia absoluta de la Santa Ley de Dios, los diez mandamientos. En estos encontramos la respuesta a la pregunta: ¿Qué debo hacer? Jesús, cuando resumía la ley y los profetas dijo: ”Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente”. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas. El amor a Dios y al prójimo son imprescindibles en la vida de un cristiano. Debemos amar a Dios, pero también a nuestro prójimo. Ahora bien, como dije, me concentraré en el segundo punto; cuando dice amarás a tu prójimo, añade: “como a ti mismo”. Ni más ni menos.
Recuerdo muy bien acontecimientos de mi niñez que me llevaron a no amarme lo suficiente o casi nada. Siempre me sentía insegura, sentía que la gente me miraba y se burlaba de mí. Pasaba horas buscando qué vestir porque el sentirme bien con algún atuendo se convertía en una lucha para mí. Siempre andaba con miedo y el pesar en mi corazón de saber que alguien me iba a mirar en la calle al momento de salir. Esto pasó durante muchos años. Sufrí acoso escolar lo que provocó que mi autoestima decayera. Sufrí maltratos verbales en mi hogar que se sumaron y provocaron un volcán en mi corazón el cual en un momento estalló en: no me gusta salir, no quiero, no me gusto, no me gusta mi cuerpo, en fin… muchas cosas.
Había algo que sí me hacía sentir bien y era ayudar a otros. En todo lo que se necesitaba ahí estaba María, sin importar lo que fuera. Estaba llenando mis inseguridades, sin saber, a través del servicio a los demás; no solo eso, sabemos que cuando servimos a otros quitamos la vista de nosotros para poder ver sus problemas y brindar ayuda. Así que cuando ayudaba quitaba los ojos de mí y me sentía bien, pues veía a otros antes que a mí y era un alivio. Cuando me bauticé las cosas no cambiaron mucho en ese sentido.
Continué con mi método y me sentía “bien” hasta que un día descubrí que estaba transgrediendo uno de los mandamientos: ama a tu prójimo como a ti mismo. Nunca me había puesto a pensar en este punto. Nunca le puse atención hasta que leí un libro llamado: Una vida con propósito de Rick Warren. En ese libro encontré respuestas y me di cuenta de mi error. Aunque el libro no habla directamente del amor al prójimo, uno de los capítulos me hizo pensar y lo relacioné con “como a ti mismo” en eso descubrí que estaba amando a mi prójimo más que a mí misma y eso no es lo que me pide la Biblia. Claramente nos dice: como a ti mismo. Además, encontré en la Biblia: “Porque a mis ojos eres de gran estima, eres honorable, y yo te amo; daré, pues, hombres por ti, y naciones por tu vida” (Isaias 43:4).
Después de descubrir eso comencé a amarme más, me di cuenta de mi valor, no porque tenía algo buena en mí misma, sino porque Cristo murió por mí en la Cruz y yo tengo el valor de su sangre. De igual forma, comencé a ver a mi prójimo como alguien que vale la sangre de Cristo. Todo comenzó a cambiar, puesto que me cuidaba más, me amaba más y recordaba que Dios me formó y ese es un gran privilegio que le suma un valor incalculable a mi vida. El Señor me demostró a través de su palabra que mi valor no me lo dan los hombres, sino Él. Cuando me amé, pude amar a mi prójimo de la forma correcta y comencé a cumplir el mandamiento: “Como a ti mismo”. Yo te invito a que te ames y sepas cuál es tu valor, el cual Cristo te lo dio al crearte y morir en la cruz por ti; de esa forma, como pasó conmigo, podrás cumplir este hermoso principio de entrega y amor a los demás. Recuerda que para Dios eres de gran estima y Él te ama con amor eterno.
Recuerda: ¡COMO A TI MISMO!
- María Luna.
Escrituras
Acerca de este Plan
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