Con Asombro y AdmiraciónMuestra

Libertad para caminar con Dios

Era el tercer mes después de la huida de Israel de la tierra de Egipto. Tres meses antes, Dios les había liberado y rescatado espectacularmente del faraón y de los egipcios. Habían pasado por toda una prueba. Vieron una victoria impresionante en el Mar Rojo. Recibieron el milagro divino del maná. Obtuvieron la victoria sobre los amalecitas que les habían atacado. Y ahora, llegaron al desierto del Sinaí.

Se podría pensar que la libertad los llevaría a un nuevo nivel de madurez y comprensión, a una mayor fe y dependencia de Dios. Pero el comentarista bíblico Warren Wiersbe observó: «Si la libertad no conduce a la madurez, entonces acabamos aprisionados en una esclavitud peor que la que teníamos antes, una esclavitud desde dentro y no desde fuera. Ya es bastante malo ser esclavizado por un capataz egipcio, pero es aún peor esclavizarte a ti mismo y convertirte en tu propio capataz».

Los israelitas acamparon frente al monte Sinaí. Dios llamó a Moisés y le dijo que quería una relación con Israel. Dios no liberó a Israel para que pudiera vivir separado de Él. Los liberó para que pudieran caminar con Él como su pueblo. En Éxodo 19:5-6, Dios les recuerda su incomparable soberanía, añadiendo que, si le obedecían, bendecirían su corazón.

Moisés contó al pueblo todo lo que el Señor le había ordenado decir y ellos respondieron: «Haremos todo lo que el Señor ha dicho». El Señor dijo a Moisés que consagrara al pueblo como preparación para el tercer día, cuando bajaría al monte Sinaí. Hizo severas advertencias. Esto debió de ser verdaderamente aterrador. Impresionante. Cuando el pueblo que estaba en el campamento empezó a experimentar el poder de Dios que se manifestaba, tembló. El Señor descendió sobre el monte Sinaí con fuego, humo, terremotos, truenos y el sonido de trompetas. La montaña se cubrió de la plenitud de la gloria de Dios, de la presencia del Dios santísimo.

Cuando vemos correctamente quién es Dios y discernimos lo que Dios quiere, respondemos ante Él con asombro y admiración, del tipo que nos impulsa al arrepentimiento y a la obediencia. Dios no nos liberó para que vivamos la vida al margen de Dios. Nos liberó para que caminemos con Él.

Señor, quiero caminar contigo. Ayúdame a ver correctamente quién eres tú y cómo quieres que viva. Quiero servirte.

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