Aprendiendo a alabar en cada temporadaMuestra

Aún recuerdo la primera vez que leí este pasaje. Estaba comenzando a conocer a Dios y, en aquel tiempo, mi papá aún se sentaba conmigo a hacer mi lectura diaria de la Palabra. Este pasaje impactó mi vida porque me llevó a entender que la vida cristiana se basa en este principio. La única forma de ser estos árboles es estar arraigados a Su Verdad y a Su Gracia.

Necesitamos entender la tremenda lección que el Señor Jesús le dijo a la samaritana, en Juan 4:4, y que está vigente para nuestro tiempo. Si bebes de esta agua, nunca más tendrás sed. ¿A cuál agua se refiere? A la misma Presencia de Jesús y de Su Santo Espíritu. Por tanto, debemos ser como ese árbol que decide permanecer en esa fuente de agua viva porque solo de allí nos alimentaremos y nos saciaremos. Y no podemos permitirnos ser intermitentes porque, como dice Santiago 1:8, si decidimos ser esas personas que se dejan llevar por lo que sienten; entonces seremos inconstante en todos nuestros caminos. Y esa falta de dominio propio sobre nosotros mismos nos alejará de la conexión íntima con Dios y nos secará. Nuestro gozo también se secará porque no estará siendo alimentado.

Por eso, esta es la invitación que te hago hoy: seamos como esos árboles arraigados en Él, cuya alabanza no varía, sino que se basa en quién es Él y en lo que ha hecho por nosotros.