Calla y escuchaMuestra

El congreso no había terminado y todos seguían cantado, pero el tiempo se detuvo para mí. Sin darme cuenta, una lágrima cayó en mi mejilla; la cual pude secar con mi mano. Sabía que no quería dejar de escuchar la voz de Dios. En ese instante, tomé una importante decisión y me obligué a mí mismo a tener un tiempo de oración. De ahora en adelante, me apartaría para orar; no solo hablar y pedir, sino también callar y escuchar.

Era algo difícil para mí porque era muy indisciplinado y, cada vez que trataba de orar, encontraba la más mínima distracción o excusa para no hacerlo. Pero Su voz me cautivó y estaba decidido a intentarlo nuevamente.

Le había fallado tantas veces a Dios y esperaba que Sus palabras fueran de condenación o para recriminar mis actos, pero fueron todo lo contrario. Su voz calmó mi interior, me dio tanta paz y libertad que quería volver a escucharlo una y otra vez en mi vida.