Pascua: El cielo sabeMuestra

El cielo sabe cómo motivarnos

Era un día oscuro y sombrío, diferente a cualquier otro. Los apóstoles y otros discípulos de Jesús, hombres y mujeres al pie de la cruz, habían visto a su amado maestro, amigo y Salvador ser golpeado, burlado y crucificado. Habían sido testigos de Su último aliento mientras Él clamaba: «Consumado es». Vieron cómo Su cuerpo sin vida era bajado de la cruz y colocado en una tumba. Estaban llenos de miedo, dolor y confusión.

Pero, al tercer día, todo cambió. Las mujeres que habían ido a la tumba temprano en la mañana encontraron que la piedra había sido removida, y que la tumba estaba vacía. Un ángel se les apareció y les dijo: «No tengáis miedo, porque sé que estáis buscando a Jesús, que fue crucificado. Él no está aquí; Él ha resucitado, tal como dijo. Luego ve rápidamente y dile a sus discípulos: 'Ha resucitado de entre los muertos».

Las mujeres estaban llenas de miedo y gran alegría. Corrieron a compartir la asombrosa noticia. Mientras corrían, Jesús mismo se les apareció a los discípulos. Cayeron a Sus pies y le adoraron. ¡Qué momento debe haber sido! Estos discípulos habían visto morir a Jesús; ahora, Él estaba de pie delante de ellos, vivo, bien e iba delante de ellos a Galilea, donde lo verían de nuevo.

Solo puedo imaginar el alivio y el consuelo que debe haber inundado sus corazones. Habían estado llenos de miedo e incertidumbre, pero ahora sabían que Jesús estaba vivo y que iría delante de ellos. Esa es la misma seguridad que podemos tener hoy. Puede que no sepamos lo que nos depara el futuro, pero podemos estar seguros de que Jesús va delante de nosotros en cada conversación difícil, cada prueba, cada desafío. Él sabe lo que viene; ya ha preparado el camino y estará con nosotros en cada paso. Como dice el Salmo 139: «¿A dónde puedo ir de tu Espíritu? ¿Dónde puedo huir de tu presencia? Si subo a los cielos, tú estás allí; si hago mi cama en las profundidades, tú estás allí. Si me levanto sobre las alas del amanecer, si me instalo en el otro lado del mar, incluso allí, tu mano me guiará. Tu mano derecha me sostendrá firmemente» (RVR, 1960). Así que, tomemos ánimo, seamos valientes y sigámoslo.