Permaneciendo en NavidadMuestra

"Permaneciendo en la Navidad: Pensamientos diarios de Adviento" por Bryan Craig

En el año en que murió el rey Uzías, vi al Señor sentado en un trono, alto y elevado; y la cola de su manto llenaba el templo. Por encima de él estaban los serafines. Cada uno tenía seis alas: con dos se cubrían la cara, con dos se cubrían los pies y con dos volaban. Y uno llamaba al otro y decía: "Santo, santo, santo es el Señor de los ejércitos; ¡Toda la tierra está llena de su gloria!".

Y los cimientos de los umbrales temblaron a la voz del que llamaba, y la casa se llenó de humo. Y yo dije: "¡Ay de mí! Porque estoy perdido; porque yo soy hombre de labios impuros, y habito en medio de un pueblo de labios impuros; porque mis ojos han visto al Rey, Señor de los ejércitos". Entonces uno de los serafines voló hacia mí, teniendo en su mano un carbón encendido que había tomado con unas tenazas del altar. Y me tocó la boca y me dijo: "He aquí, esto ha tocado tus labios; tu culpa es quitada, y tu pecado expiado".

Y oí la voz del Señor que decía: "¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?" Entonces dije: "¡Aquí estoy! Envíame a mí" (Isaías 6:1-8).

Soy un gran admirador del cuento clásico de Charles Dickens "Cuento de Navidad". Creo que la escena en la que Scrooge se encuentra con el Fantasma de la Navidad Presente debe haber sido inspirada por esta experiencia que Isaías tuvo con el Señor. Dickens representa a este espíritu en lo alto de un trono, supervisando un gran banquete, y la imagen es un festín para los ojos que la mente de Scrooge no puede captarla.

No creo que entendamos el poder de la santidad de nuestro Rey de reyes. Cuando estemos en Su trono, nosotros, como Isaías, muy probablemente nos sentiremos lamentablemente inadecuados y pecadores. Sin embargo, nuestro misericordioso Rey ha expiado nuestros pecados y nos ha quitado la culpa. Él nos invita al gran banquete en la mesa del Rey, pero también tiene misiones para que las hagamos, si estamos dispuestos a ir por Él.

APLICACIÓN: Cuando te presentas ante Jesús, ¿te asombras de Su santidad y del hecho de que Él te permite ser parte de Sus planes y propósitos? ¿Te hace caer de rodillas en arrepentimiento, suplicando misericordia? Adóralo, recibe Su perdón y luego pregúntale qué puedes hacer por Él esta Navidad.