Edificando Un HogarEjemplo

Fuerza en el Señor.

“Por último, fortalézcanse con el gran poder del Señor" (Efesios‬ 6‬:10‬ NVI‬‬‬‬‬‬‬).

Normalmente usamos nuestra propia fuerza e inteligencia para enfrentarnos a las tentaciones, a las pruebas, a los ataques, a las decepciones y frustraciones, y no es casualidad que fallemos.

Pablo les dice a los efesios que nuestra lucha no es contra seres humanos a los que podamos ganar por nuestra inteligencia, nuestra lucha es contra “poderes, autoridades y potestades”.

Cada una de estas palabras suena a algo que supera mi mente humana, y es que el texto se refiere a seres que han existido por siglos, observando a la raza humana, nuestras debilidades y nuestra forma de actuar.

¡Cuando leemos el antiguo testamento nos damos cuenta de que el ser humano no ha cambiado mucho!

• ¡Seguimos siendo un pueblo de jueces viviendo el círculo vicioso de pecado, como David que un día alaba a Dios hermosamente y al otro comete adulterio y homicidio!
• Seguimos siendo Samuel que, al ver el rechazo del pueblo a Dios, lo toma como algo personal, ¡como si le rechazaron a Él!
• ¡Seguimos siendo Jonás, que quiere huir de la voluntad de Dios!
• Seguimos siendo el pueblo en el desierto, rescatados de la esclavitud, pero soñando con regresar a la vida de esclavos.

En definitiva, ¡no hemos cambiado nada! Y estos poderes, autoridades y potestades lo saben. Por eso cada vez que intentamos luchar por nosotros mismos una y otra vez vamos a caer, una y otra vez vamos a fallar, a menos que luchemos con el gran poder del Señor, a menos que junto con Pablo digamos “cuando soy débil entonces soy fuerte, porque tú poder Dios se perfecciona en mi debilidad”.

Cuando nos damos cuenta de lo insignificantes y débiles que somos y la gran necesidad que tenemos de Dios, entonces podemos recurrir a Él y buscar en Él la fuerza, y si somos sus hijos su Espíritu Santo en nosotros nos fortalece, y entonces podemos vestirnos con esta armadura de la que habla Efesios 6, lo cual nos permite mantenernos firmes contra el enemigo, con tal fuerza divina a favor nuestro decimos con convicción: “Si Dios es conmigo, ¿quién contra mí?”.

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