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Cuando le preguntaron qué es lo más importante en nuestra fe, Jesús dio una respuesta aparentemente sencilla: amar al prójimo como a nosotros mismos. Pero, en realidad, ¡no es tan sencillo como parece! En primer lugar, tenemos que preguntarnos lo siguiente: ¿Quién es mi prójimo? Verás, no solo tenemos prójimos físicos (las personas que viven en nuestros hogares y comunidades), sino que también tenemos prójimos globales (las personas que viven en todo el mundo). Cuando Dios nos llama a amar al prójimo, nos está llamando a amar a todos. La gente con la que vivimos, la gente que conocemos, la gente con la que nos relacionamos, la gente que aún no conocemos, la gente que nunca conoceremos... esos son nuestros prójimos. Servirles es amarlos y amarlos es mostrar nuestro amor por Dios.

Esta semana, empieza orando para que Dios te muestre formas de servir a tus prójimos, tanto a los que conoces como a los que viven al otro lado del mundo.