Sé un modelo.

Nuestro primer método para hacer de Dios el tema es ser modelos de Él. Ser modelos no es ser perfectos sino progresar hacia todo lo que Dios nos ha creado para que seamos. Significa que nos vemos a través de los ojos de Dios, creados a su imagen, amados, caídos, defectuosos, perdonados y con potencial ilimitado. Significa que caminamos diariamente bajo el manto de la comprensión y gracia cubriéndonos. Confesamos nuestras malas actitudes, perdonamos a personas molestas y damos gracias a Dios tanto por las circunstancias placenteras como por las difíciles que nos confrontan. Resumiendo, “caminamos en el Espíritu”.

Ser modelo requiere que entendamos qué es un cristiano santo. Jesús en Juan 15:7 dice: “Si permanecéis en mi, y mis palabras permanecen en vosotros”. Esto puede compararse con un pez que permanece en el mar, recibe todo su sustento y protección del océano que lo cubre. Cuando somos modelos de santidad, vivimos conectados de una forma igual de cercana y dirigidos por el Espíritu Santo y la Biblia como el pez que está en las profundidades azules.

Cristo y su Palabra son nuestra regla, determinan y miden nuestro progreso como discípulos. Algunas veces, el espejo que la Escritura y el Espíritu Santo levantan ante nosotros, revela una imagen que no nos gusta para nada. No es muy linda. No se parece mucho a Jesús. Pero si no fuera por ese espejo, ¿cómo descubrirían los creyentes quiénes son realmente y quiénes han llegado a ser?

Cuando permanecemos en Cristo también llevamos un sentido de libertad, destino y familiaridad con Dios a aquellos que nos rodean. Es una paz y confianza que, simplemente, desafía toda explicación lógica. También tenemos un propósito para nuestra vida, un sentido de llamado que resulta muy atractivo para las personas carentes de propósito que nos rodean. En la palabra nos enteramos de que nuestro trabajo le importa a Dios, que hay dignidad y valor al hacer una tarea sencilla en el nombre de Cristo.