Renovando El EntendimientoMuestra

Sabemos que la fe no niega las circunstancias; por lo tanto, no negamos las realidades de las que nos hablan los sentidos físicos, pero decidimos establecernos en una verdad superior: la verdad de nuestro Señor Jesucristo y Su obra completa a favor nuestro.

No decimos que la enfermedad no sea una realidad; lo que decimos es que por encima de esa enfermedad está la Verdad que dice que Jesús llevó todas nuestras enfermedades, sufrió todos nuestros dolores y por Su llaga hemos sido nosotros sanados. ¡Gloria a Dios!

Puedo asegurarte algo: las realidades que nos rodean no pueden cambiar la Verdad eterna, pero, sin embargo, la Verdad eterna sí tiene la capacidad de cambiar cualquier realidad, porque todo lo que se ve está sujeto a cambios para los que estamos en Cristo (2 Cor. 4:18).

Por tanto, nuestros cinco sentidos ya no deberían tener el control, sino que deberíamos ser gobernados por lo que hay en nuestro espíritu. «Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo», aseguran las Escrituras en 2 Corintios 10:3-5.

Tristemente, hoy circula por muchas partes mucha desinformación respecto a un tema tan vital para nuestra fe como este. Es importante hablar de sanidad interior, por supuesto, pero si no se renueva primero el entendimiento con la verdad de Dios, ¿cómo podrá ser transformada el alma? O, ¿cómo podré retener o recibir sanidad?

Claro, que es importante hablar de la sanidad de las heridas internas. Nos dicen que debemos sanar ciertas heridas internas, e incluso orar por romper con las maldiciones generacionales, pero si no conocemos y aseguramos primero la verdad de la libertad que ya obtuvimos en Cristo, lo anterior de nada servirá o tendrá un impacto mínimo.

“Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1 Tes. 5:23).