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MV365: Daniel a MalaquíasMuestra

MV365: Daniel a Malaquías

DÍA 3 DE 22

Daniel 5 – 6

Un desenfreno y la pérdida del reino

Cuando Belsasar llega al reino, cuatro reyes le habían precedido, entre ellos Nabónido, su padre, con quien reina juntamente. Al leer que era hijo de Nabucodonosor, lo que se quiere comunicar es que este era su antepasado.

Su posición política era de menor rango, pero administraba los asuntos de la ciudad. Al tener posición, también tenía poder. Quienes ostentan algo de prestancia pueden volverse engreídos, amantes de los lujos y fastuosidades, y creer que pueden hacer cuanto se les antoja.

En él podemos ver dichos rasgos, pues hace un banquete descomunal con mil príncipes invitados, con sus mujeres y concubinas. Había mucho lujo, mucha comida, mucho vino y mucho desenfreno. Esta combinación no produjo nada bueno.

Proverbios 23:31-33 nos enseña a «no mirar mucho al vino cuando rojea, este entra suavemente, muerde cual serpiente y hace que los ojos miren cosas extrañas y el corazón hable perversidades».

Como la Palabra nunca se equivoca, así mismo sucedió. Belsasar, ya borracho, manda a traer los vasos de oro que pertenecían al templo de la casa de Dios para beber en ellos. No habiendo acabado de beber, aparece una mano escribiendo en la pared. ¡Ah, los medios que Dios usa para hacerse respetar son increíbles! Y también muy efectivos. El rey se turba, palidece y le tiemblan las rodillas. Siempre me ha llamado la atención que los que alardean de ser fuertes, a la hora de la verdad tambalean.

Ante tal situación, llaman a los adivinos, los cuales ya habían demostrado no poder dar explicación a los sueños, ahora mucho menos a esta aparición misteriosa. La reina recuerda que en el reino había uno «con el espíritu de los santos», al cual, en los días de su antecesor, Dios le había dado luz, inteligencia y sabiduría.

Daniel, rondando los 70 años, va y se presenta ante el rey. Lo primero que dice es que no desea los dones ofrecidos; luego hace un recuento de cómo el Altísimo trató con la soberbia de Nabucodonosor, lo cual, era conocido por él y en todo el reino.

Belsasar no recordó la historia, ni se humilló, y actuó neciamente. Proverbios 15:31 expresa: «El oído que escucha (pone atención a) las reprensiones o amonestaciones de la vida, entre los sabios morará».

Por no haber aprendido en cabeza ajena y haber menospreciado las cosas santas del Señor, «su reino fue contado y se le dio fin; él fue pesado y hallado falto; su reino dividido, y dado a los medos persa». Esa misma noche fue muerto y Darío de media tomó el reino.

¿Qué aprendemos de esto? Que debemos cultivar el dominio propio, pues nos aleja de los excesos. Que debemos darle muchísimo valor a lo que Dios ha santificado y que debemos escuchar y aprender las lecciones que Él nos enseña por medio de la vida.

  • ¿Te comprometes a hacer estas cosas?

Fidelidad ante un feroz castigo: ser echado al foso de los leones

En este pasaje vemos a Daniel servir en un tercer reino. Nuevamente, su rey, Darío, quiere ponerlo sobre todo su reino. ¿Por qué? Porque era superior, tenía un espíritu superior, era fiel, no había en el vicio ni falta, y seguía siendo fiel a la Ley de su Dios.

Como ya hemos visto, la envidia puede provocar cosas muy malas. Los gobernadores, presos de ella, instan a que el rey promulgue un edicto durante 30 días. Este impedía que se le pidiera algo a otro dios, excepto al rey. Quien no obedeciera sería echado al foso de los leones. Dicho edicto ya firmado, no podía ser revocado.

Daniel, al oírlo, sin titubear hizo fielmente lo que había hecho desde que llegó a Babilonia: Orar tres veces al día con la mirada hacia su amada Jerusalén, y con las ventanas abiertas.

Los gobernantes van ante el rey, el cual es puesto entre la espada y la pared con su propio edicto. Cuando este oye que Daniel fue «atrapado» orando a su Dios, se aflige y procura librarle del castigo, pero ya era demasiado tarde. Quizás, de haber pensado más a fondo el asunto, habría recordado que Daniel servía a un Rey mayor que él. Pero el Dios Soberano permitió que las cosas sucedieran así. Con una consciencia triste y turbada, esa noche el rey no pudo dormir.

Daniel fue echado al foso de hambrientos leones. Al día siguiente el rey va a revisar cómo andaban las cosas. Me encantan las palabras del rey: «Daniel, siervo del Dios viviente, el Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, ¿te ha podido librar de los leones?».

Como ya sabemos, Dios envió su ángel el cual cerró la boca de los leones, porque ante Él y ante el rey, Daniel era inocente.

Más adelante vemos lo que sucede con los gobernadores: la trampa que idearon para Daniel fue la misma en la que ellos cayeron, y los voraces leones los despedazaron. El Salmo 7:14-16 nos enseña que «el impío concibe maldad y se preña de iniquidad… ha cavado un hoyo bien hondo, y en el hoyo que hizo caerá».

Darío, ante tal portento divino, lanza un edicto «para que todo su reino tema y tiemble ante la presencia del Dios de Daniel, porque Él es el Dios viviente y permanece por todos los siglos». –6:26-27

Todas estamos rodeadas de enemigos cual leones, empezando por satanás, quien como «león rugiente» nos quiere devorar. Quizás seamos traicionadas porque nuestra fidelidad al Señor señala los pecados de algunos. Pero, sea cual sea nuestra prueba, hay propósito en ella: Dios por medio de nuestra fidelidad desea mostrar a los demás quién es Él. Algunos le reconocerán y otros no. Pero recuerda, servir al Señor es el más grande privilegio.

Y, para todos esos «leones», tenemos un Fiel defensor: «el León de la tribu de Judá», quien peleará por nosotras. ¡Qué gloriosa promesa!

  • ¿La crees?
  • ¿Oras constantemente para que Dios te guarde fiel, sin vicio y sin falta?
  • ¿No te avergüenza proclamar a otros al Dios que amas, aun tengas que sufrir consecuencias?
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