Rey De CorazonesMuestra

David era el menor de siete hermanos. Pertenecía a la tribu de Judá, y era hijo de Isaí, nieto de Obed, y biznieto de Booz y Rut. Apartado, no en el buen sentido, para cuidar las ovejas de su padre, mientras sus hermanos batallaban a las órdenes del rey Saúl. Sin embargo, fueron su condición de pastor, el último lugar entre los hijos de Isaí, y su vida solitaria, las condiciones que hacían de David un gran candidato para guiar al pueblo según la forma en la que Dios desea que seamos guiados.

El carácter pastoral de David refleja también el carácter de Dios, quien cuida y defiende a los suyos. Pero una de las cosas que llaman la atención, es que las ovejas que David cuidaba, ni siquiera eran suyas. Sin embargo, el joven apuesto, pero valiente, no dudaba en perseguir osos y leones si era necesario, para defender a las ovejas de su padre y mantenerlas a salvo. Esa formación haría de David un buen virrey a las órdenes de Jehová, el verdadero rey de Israel. Su posición respecto a sus hermanos, incluso el hecho de que su propio padre, Isaí, no fuera “consciente” de que no estaba presente ante la solicitud de Samuel de ver a sus hijos, harían de David un joven con un concepto de sí mismo no demasiado altivo (bien al contrario de Saúl, de quien sabemos que su padre se preocupaba si no volvía pronto).

Su vida solitaria en su profesión de pastor, le había dado la oportunidad de desarrollarse también como músico y adorador, no para un público, sino para su intimidad con Dios. Estos tres aspectos de su educación (circunstancial quizá por parte de su familia, pero intencional por parte de Dios), hacían de David el candidato perfecto para sustituir el fallido reinado de Saúl.

En su edad adulta, la familia de David siguió creciendo, pues llegó a tener al menos siete esposas, entres las cuales se encontraba Mical (hija de Saúl), Abigail (viuda de Nabal de Hebrón), Betsabé (la viuda de Urías), y algunas concubinas más, lo cual, para un monarca, estaba prohibido por la Ley. David tuvo al menos 9 hijos y una hija (Tamar) con sus esposas, además de los que tuvo con sus concubinas. La poligamia que David practicaba fue el desencadenante de muchos de sus males, entre los cuales destaca su caída en el pecado de adulterio, o la muerte prematura de cuatro de sus hijos.

Sin embargo, fue el hijo de Betsabé (con quien había pecado), Salomón, a quien Dios escogió para sucederle en el trono, y mostrar así la inmensa gracia de Dios y la garantía del perdón divino sobre la vida de su siervo. Los últimos años de su vida fueron problemáticos debido a los enredos familiares de su casa. Según nos narra la historia bíblica, David no fue un padre firme que supo disciplinar a sus hijos, en contraposición al gran rey y gobernante que llegó a ser para Israel.

La vida personal de David, sus decisiones más privadas, pueden enseñarnos mucho acerca de nosotros mismos. No importa tanto cómo nos hayan criado, como lo que le permitimos a Dios que haga con todo eso. No es tan relevante lo que hacemos, sino para quién lo hacemos. No importa cuánto deseemos algo, si Dios no lo desea para nosotros, nos acabará dañando.

Nuestro trabajo, el llamado de Dios para nosotros, y nuestra vida privada no pueden ser secciones de nuestra vida que separemos y seleccionemos para decidir qué, cuándo y cómo entregarlo a Dios. Él va a demandar todo de nosotros, porque solamente así seremos fieles en todo, si Él está guiando cada área de nuestra vida. Y si nos estamos desviando del propósito, Él podrá reconducir nuestros pasos.