La Batalla De Cada HombreMuestra

La mezcla que destruye

Dios advirtió a los israelitas que debían destruir todo rastro de pecado e idolatría al entrar en la Tierra Prometida, pero su desobediencia al dejar restos de culturas paganas les llevó a apartarse de Dios. Poco a poco, permitieron que las prácticas de estas culturas penetraran en su vida diaria, lo que finalmente los atrapó en un ciclo de adulterio espiritual. No eliminar completamente el mal en sus vidas resultó en una trampa, hasta que se convirtieron en esclavos del pecado y cayeron en la destrucción.

Este pasaje nos recuerda lo peligroso que es permitir que cualquier forma de impureza sexual o inmoralidad permanezca en nuestras vidas. A menudo, subestimamos las pequeñas concesiones que hacemos con el pecado, creyendo que no tendrán consecuencias graves. Sin embargo, como los israelitas, podemos caer en la trampa de pensar que el pecado no afectará nuestra relación con Dios, cuando en realidad, cada vez que toleramos pequeñas desviaciones de Su estándar, nos alejamos más de Él.

La mezcla de pureza y pecado puede hacernos sentir atrapados, frustrados y avergonzados, como se describe en Ezequiel. El pecado sexual no solo afecta nuestra vida espiritual, sino que también nos destruye internamente. Pero hay esperanza. Dios nos llama a destruir toda inmoralidad y a vivir completamente para Él, sin mezclas ni concesiones. Aunque fallamos, siempre podemos volver a Su gracia, luchar contra el pecado y restaurar nuestra relación con Él.

Oración:

Señor, hoy decido eliminar cualquier rastro de inmoralidad y seguir un camino de pureza. Ayúdame a resistir la tentación, a luchar contra el pecado y a vivir de acuerdo a tu voluntad. Dame la fuerza para resistir, y restaura mi relación contigo. En el nombre de Jesús, amén.

Este contenido ha sido extraído del libro «La batalla de cada hombre» de Stephen Arterburn y Fred Stoeker, publicado por Editorial Unilit. Para más información visita:

https://www.editorialunilit.com/la-batalla-de-cada-hombre