El Compromiso De Ciudad Del Cabo | Un Recorrido De 30 DíasMuestra

Amamos a Dios el Padre
La lectura de hoy es la Primera Parte. 3. Amamos a Dios el Padre.Lea aquí.
A través de Jesucristo, el Hijo de Dios –y a través de él solo como el camino, la verdad y la vida–, llegamos a conocer y amar a Dios como Padre. Así como el Espíritu Santo testifica con nuestro espíritu que somos hijos de Dios, también nosotros pronunciamos las palabras que Jesús usó en su oración: «Abba, Padre», y oramos la oración que enseñó Jesús: «Padre nuestro». Nuestro amor por Jesús, demostrado al obedecerlo, se encuentra con el amor del Padre por nosotros al morar el Padre y el Hijo en nosotros, en un mutuo dar y recibir amor. Esta relación íntima tiene profundos fundamentos bíblicos.
Amamos a Dios como el Padre de su pueblo. El Israel del Antiguo Testamento conocía a Dios como Padre, como el que les dio existencia, los llevó y los disciplinó, requirió su obediencia, anheló su amor y ejerció un perdón compasivo, y un amor paciente y duradero.Todas estas cosas siguen vigentes para nosotros como el pueblo de Dios en Cristo, en nuestra relación con nuestro Padre Dios.
Amamos a Dios como el Padre, quien amó tanto al mundo que entregó a su único Hijo para nuestra salvación. ¡Cuán grande es el amor del Padre, para que seamos llamados hijos de Dios! ¡Cuán inconmensurable es el amor del Padre que no escatimó a su único Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros! Este amor del Padre al dar su Hijo se vio reflejado en el amor abnegado del Hijo. Hubo una completa armonía de voluntad en la obra de expiación que el Padre y el Hijo lograron en la cruz a través del Espíritu eterno. El Padre amó al mundo y dio a su Hijo; «el Hijo de Dios […] me amó y se entregó a sí mismo por mí». Esta unidad del Padre y el Hijo, afirmada por Jesús mismo, se refleja en el saludo más repetido de Pablo: «Gracia y paz sean a vosotros, de Dios el Padre y nuestro Señor Jesucristo, el cual se dio a sí mismo por nuestros pecados […], conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén».
Amamos a Dios el Padre cuyo carácter reflejamos y en cuyo cuidado confiamos. En el Sermón del Monte, Jesús señala repetidamente a nuestro Padre celestial como el modelo o el foco para nuestra acción. Debemos ser pacificadores, como hijos de Dios. Debemos hacer buenas acciones para que nuestro Padre reciba la alabanza. Debemos amar a nuestros enemigos como reflejo del amor de Padre de Dios. Debemos dar, orar y ayunar sólo para los ojos de nuestro Padre. Debemos perdonar a otros como nuestro Padre nos perdona a nosotros. No debemos tener ansiedad, sino que debemos confiar en la provisión de nuestro Padre. Con este comportamiento resultante del carácter cristiano, hacemos la voluntad de nuestro Padre celestial, dentro del reino de Dios.
Oración de cierre:
Dios misericordioso, confesamos que a menudo hemos descuidado la verdad de tu paternidad y nos hemos privado de las riquezas de nuestra relación contigo. Nos comprometemos de nuevo a acudir a ti por medio de Jesús, tu Hijo: a recibir y corresponder a tu amor paternal; a vivir en obediencia bajo tu disciplina paternal; a reflejar tu carácter paternal en todo nuestro comportamiento y actitudes; y a confiar en tu provisión paternal en cualquier circunstancia en que nos guíes. Amén.
Escrituras
Acerca de este Plan

En un mundo que se reinventa a un ritmo cada vez más acelerado, algunas cosas siguen igual. Este recorrido de 30 días a través del Compromiso de Ciudad del Cabo lo invita a descubrir verdades bíblicas perdurables y a despertar su llamado en la misión mundial de Dios. Arraigado en las Escrituras y moldeado por voces de todo el mundo, cada día ofrece reflexión, convicción y esperanza. Venga preparado para ser desafiado, animado y renovado, por el bien de la iglesia, el mundo y la gloria de Cristo.
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Nos gustaría agradecer a Lausanne Movement por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: lausanne.org
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