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Vencedores en la pruebaSample

Vencedores en la prueba

DAY 8 OF 10

EN EL VÓRTICE DEL HURACÁN

“yo hago una gran obra” (Nehemías 6:3).

Soy cubano. Sé de qué va un huracán categoría cinco. Vientos de más de 250 Kilómetros capaces de causar daños catastróficos en la naturaleza y en la civilización. Marejadas de casi seis metros de alturas, penetraciones del mar, inundaciones. Toda una versión localizada del episodio del diluvio que dura unas horas, pero que hace horrenda la experiencia. Solo estar debidamente preparado puede hacer posible transitar el meteoro con éxito. Obedecer al pie de la letra las orientaciones de la defensa civil, y no perder de vista que todo pasará y la vida continuará su curso.

Desde casa, un Huracán puede hasta llegar a atraer morbosamente. La intriga por ver las fuerzas naturales en fastuoso apogeo seduce, pero… ¿qué hay de los que tienen que realizar rescates en semejantes condiciones, que manejan una ambulancia, tripulan un barco, o tienen que realizar su trabajo porque la situación lo requiere? La vista no es tan atractiva desde el ojo de un Huracán, pero hay una especie de heroísmo latente en los que, sabiendo el peligro al que se exponen, eligen hacer lo que hacen. Sus nombres no son famosos, no salen en ampulosas portadas de revistas, ni se realizan comerciales millonarios con sus sonrisas. Pero están allí, allí donde nadie quiere estar, en el centro de la tempestad repartiendo esperanza y ayudando a los más desventurados.

Hubo un hombre en la Biblia que se introdujo en el mismo centro de un cataclismo espiritual y salió airoso. Su ejemplo desafía y enardece el espíritu provocándolo a tan noble imitación. Tuvo el sentir de reedificar su ciudad. Consultó al Señor sus propósitos en humilde actitud de ayuno y oración. Desafió la cordura y la prudencia al ofrecer vino a un rey pagano con un rostro que evidenciaba tristeza y amargura de espíritu. Se lanzó a lo imposible, unificó a un pueblo desorientado, construyó una formidable muralla y dio con ello inicio al cumplimiento de la profecía de Daniel sobre las 70 semanas de años. Sus victorias fueron alcanzadas en medio de gran oposición y rechazo.

Su nombre es Nehemías, el hombre que movilizó a un pueblo y ayudó a reconstruir una nación. Fue la persona que Dios utilizó para brillar en días de gran oscuridad y cuya labor fue realizada a pesar del amenazante ambiente en que transcurrió. La impronta de su servicio y liderazgo ondea hasta el día de hoy como un icono del virtuosismo de carácter y el arrojo para acometer las órdenes de Dios. Su ministración transcurrió en el mismo centro de un huracán de envidias y malos entendidos, pero prevaleció como prueba viviente de la grandeza del Dios que lo llamó.

Hizo lo que nadie quería, estuvo donde nadie deseaba, trabajó en condiciones infrahumanas y no cambió su elección por fuerte que fueran los vientos. Cuando lo convidaron a desistir enarboló una consigna de fe: “El Dios de los cielos, él nos prosperará, y nosotros sus siervos nos levantaremos y edificaremos” (Nehemías 2:20). Cuando lo quisieron distraer, dio por respuesta que estaba haciendo una gran obra (Nehemías 6:3). Nada lo disuadió de su empeño y eso lo hizo grande ante los ojos de Dios.

Nehemías nos modeló correctamente la osadía del servicio. No desde una actitud bizarra, sino desde la compasión y la entrega. No enfrentó sus tormentas con la arrogancia de un ególatra, sino desde una conciencia limpia y desde un trabajo esmerado. Así se enfrentan los huracanes de la vida, así se ejecuta la sinfonía del verdadero compromiso cristiano.

Ya no vivo en Cuba, ahora sirvo a Dios en España junto a mi familia. Aquí no tenemos los impetuosos huracanes del Caribe, pero igual he sentido la sensación de vértigo sobrecogedor ante tormentas espirituales amenazadoras. He sentido la tentación de quedarme tras la ventana, a buen resguardo, mirando desde lejos la tormenta onerosa. No obstante, el sentido del deber se enarbola en mi espíritu. Asumo que los vientos soplarán fuertes, que habrá demonios tumultuosos y hombres sin escrúpulos intentando hacer infranqueable el paso. Entonces pienso en Nehemías, pienso en lo difícil que puede llegar a ser servir a Dios, y pienso también, que no hay nada en el mundo mejor que hacer.

Probablemente te pase lo mismo que a mí. Quizás los huracanes son demasiado frecuentes últimamente. De seguro que también has descubierto que con Dios todo es posible Que con Jesús se puede tener victoria, incluso, en el mismo vórtice del huracán.

“A veces la vida te pegará en la cabeza con un ladrillo, pero no pierdas la fe” (Steve Jobs).

(Tomado del libro: Lecturas para Peregrinos, de Osmany Cruz Ferrer).

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Vencedores en la prueba

La vida viene muchas veces con altas dosis de dificultades. La prueba, aunque no lo queramos, es inherente al propio proceso de vivir. Sin embargo, tenemos promesas infalibles de victoria sobre las dificultades. No estamos solos, Dios viaja con nosotros y nos da ayuda y seguridad. Solo a través de su Palabra podremos ser vencedores ante las muchas pruebas que nos sobrevendrán en este mundo.

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