A África

Mientras el avivamiento estallaba en Samaria, Felipe el Evangelista fue instruido por un ángel del Señor para ir a un camino poco transitado junto a una ciudad desierta. Allí se encontró con un eunuco etíope que volvía a casa desde Jerusalén, un poderoso funcionario de una tierra exótica y distante al sur de Egipto. Impulsado por el Espíritu Santo, Felipe corrió hacia el carro del eunuco, donde tuvo la oportunidad de explicar las escrituras y proclamar las buenas nuevas sobre Jesús. Su obediencia resultó en el bautismo de un hombre que serviría como testigo indígena de su propia cultura, un pueblo considerado por los escritores griegos como el “más lejano de los hombres”, los pueblos más remotos conocidos.

Lea Hechos 8:26-40 y luego considere:

1. Desde una perspectiva mundana, la orden inicial de dejar a las multitudes en Samaria e ir a un lugar desierto con pocas oportunidades para predicar habría parecido absurda. ¿Por qué Dios decidió guiar a Felipe de esta manera? ¿Cómo habría respondido usted en la posición de Felipe?
2. Como eunuco, el hombre nunca habría sido aceptado como converso pleno al judaísmo. Después de oír las buenas nuevas, exclamó en el versículo 36: “Mire usted, aquí hay agua. ¿Qué impide que yo sea bautizado?”. ¿Qué aspecto destaca esto del evangelio? Pida al Espíritu Santo que le revele cualquier prejuicio que pueda tener y que pueda actuar como una barrera para compartir el evangelio con eficacia.
3. Después de su breve pero impactante encuentro con Felipe, el eunuco continuó su camino con gran alegría. Imagíneselo contando su experiencia en la corte real de la reina. ¿Cuál fue la importancia de su testimonio?
4. Lucas dedicó casi tanto espacio a la conversión de un solo extranjero como al relato de la conversión masiva en Samaria (Hch 8:1-25). ¿Qué tiene de significativo este encuentro? ¿Cómo podrían interpretarlo los primeros lectores de Hechos a la luz de la gran comisión de Jesús?