Belleza RedimidaSample
El cuerpo perfecto
“Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo” (2 Corintios 12:9 RVR 1960).
Mi aspecto físico ha sido mi aguijón, mi debilidad. Odio tener los cachetes grandes, piernas flácidas y abdomen con bultitos. Sin embargo, muchos quisieran tener esas piernas para correr con libertad... ¿sabes? Todo esto es pasajero y no tenemos que tener el“cuerpo perfecto”.
Además, al morir, nunca he escuchado a alguien decir:“Esa mujer tenía los mejores cuadritos en el abdomen”. O: “¡Qué pesar, me gustaban tanto sus piernas tonificadas!”. ¡No! ¡Nunca he escuchado eso! Pero sí se destaca el corazón, la nobleza, el amor, cómo trataba a su familia y amigos y lo que hacía por otros, eso perdura eternamente.
Si puedes respirar, correr, bailar, seguro estás más saludable que muchos. El cuerpo perfecto no lo encontrarás en este plano terrenal. Tendremos un cuerpo perfecto cuando seamos restaurados por Cristo, cuando ya no haya más dolor ni sufrimiento. ¡Esa es la esperanza a la que debemos aspirar!
Entrenar es bueno, comer saludable te ayudará, tener hábitos de cuidado es excelente, no obstante, esto también se puede convertir en un ídolo y si de algo debemos gloriarnos es de Cristo.
Confía en que en medio de tu debilidad Dios se gloría. No necesitas tener el cuerpo perfecto, necesitas abrazar y adorar a Aquel que es perfecto. Agradece a Dios por los talentos y habilidades que te ha dado y por el propósito que tiene para tu vida.
El Principito dijo:“Lo esencial es invisible a los ojos”, y en los ojos idóneos, tú eres perfecta. Pero, ¿sabes? Qué hermoso sería que no busques los ojos idóneos en una persona, cuando ya Cristo te ve así. Hace falta que tú lo creas.
Pongamos nuestros ojos en la fidelidad de Dios. ¡Volviendo nuestros ojos a Jesús! El varón de dolores que no tenía hermosura alguna, que fue traspasado por nosotros. Él es el regalo más hermoso que Dios pudo entregarnos. Su cuerpo perfecto fue nuestra redención. En sus heridas nosotros somos curados y un día, Jesús regresará y nosotros seremos como Él:“En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde anhelamos recibir al Salvador, el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo miserable para que sea como su cuerpo glorioso, mediante el poder con que somete a sí mismo todas las cosas” (Filipenses 3:20-21 NTV).
¡Tendremos cuerpos restaurados por toda la eternidad! Amén.
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