El Evangelismo Para Una Vida De Intimidad Con DiosSample
El mensaje que proclamamos tiene implicancias eternas. Lo que está en juego es el cielo o el infierno. Si las personas no creen en Jesús se pierden para siempre. Y Dios cuenta con nosotros para anunciar esa gran noticia. No tiene un plan alternativo. Si no predicamos la gente será condenada y Dios nos hará responsables por esas pérdidas. Por lo menos eso fue lo que Dios le dijo a Ezequiel: “Yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel... y los amonestarás de mi parte. Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; y tú no le amonestares ni le hablares, para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano. Pero si tú amonestares al impío, y él no se convirtiere de su impiedad y de su mal camino, él morirá por su maldad, pero tú habrás librado tu alma”, Ezequiel 3:17-19. Dios le pidió a Ezequiel que predicara y les advirtiera a las personas que se vuelvan de sus malos caminos para que sean salvos, de lo contrario demandaría de él la sangre de todas ellas. Pero si obedecía libraría su alma, Ezequiel 3:19. ¿Significa esto que quien no predica compromete su salvación eterna? No podemos dar una repuesta categórica, pero de algo estamos seguros: la consecuencia por desobedecer el mandamiento de predicar no es una nimiedad. El pasaje alude a consecuencias que no son meramente temporales o terrenales. Que un santo pavor y temor de Dios venga a nuestras vidas y comencemos a hacer lo que hemos sido llamados a hacer: predicar el evangelio de Cristo a este mundo necesitado.
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¿Qué es lo que la Iglesia tiene para ofrecer a este mundo perdido? ¿Mejorar la educación, la salud o la política? ¿Apoyar el servicio social? ¿Hacer obras de caridad? Todos estos son efectos secundarios. La principal responsabilidad de la Iglesia es predicar la Palabra de Dios.
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