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La Compasión Por Encima De La Crítica: Ver La Ansiedad Desde Una Nueva Perspectiva

DAY 2 OF 3

Ayer hablamos sobre qué es la ansiedad y cómo se siente. Hoy profundizaremos en por qué se siente así.

Mencionamos el primer día que nos asociamos con Chrissie Steyn, una profesional de salud mental con licencia, quien dijo lo siguiente sobre su enfoque de la ansiedad:

Usamos un marco llamado Sistemas Familiares Internos (SFI). Si alguna vez ha visto la película Intensamente, quizás reconozca esta forma de pensar. SFI identifica y aborda múltiples subpersonalidades o partes dentro del sistema mental de cada persona. Está basado en evidencia, y nos permite hablar de cosas como la ansiedad de una manera mucho más suave, e incluso impulsada por el Espíritu Santo.

Chrissie dice que, a través de este marco y la perspectiva adicional de su fe, la ansiedad no es algo de lo que avergonzarse. No es pecado. La ansiedad es una señal. Puede manifestarse como pensamientos acelerados, palpitaciones o una desconexión borrosa. Cada una de estas expresiones puede provenir de diferentes partes de ti, cada una con su propia manera de intentar ayudar.

Con demasiada frecuencia, abordamos la ansiedad desde una perspectiva negativa: ¿Por qué me siento así? ¿Qué me pasa? ¿Por qué no puedo salir de este círculo vicioso? Pero ¿y si pudiéramos detener el ciclo investigando nuestra ansiedad a través de la curiosidad? Imaginemos si nos preguntáramos: ¿Qué podría estar diciéndome mi sistema nervioso hoy a través de las señales de ansiedad?

Esto significaría que, en lugar de considerarse malo o equivocado, podría decir: “Interesante. Hoy siento que algo no está bien dentro de mí. Voy a explorar qué podría ser y preguntarme qué quiere esta parte para mí. ¿Qué teme que suceda si no cumple su función?

Cuando aceptamos la ansiedad con compasión en lugar de juzgar, la sanación se hace posible, pero no en el sentido tradicional de "la mente sobre la materia". No puede luchar para salir de la ansiedad. En cambio, la sanación ocurre en el contexto de las relaciones: cuando su espíritu, unido al Espíritu de Dios, comienza a conectar suavemente con las partes ansiosas de su interior. En ese espacio de presencia curiosa y amorosa, el miedo comienza a suavizarse. La ansiedad no necesita ser conquistada; necesita poder contar su historia en la presencia del amor.

¿Recuerda la historia de Elías? Tras enfrentar graves peligros y finalmente sufrir un agotamiento, se desploma bajo una retama y ruega por la muerte. ¿Se lo imagina? Y, sin embargo, Dios no lo reprende. Dios no le quita la vida. No, Dios satisface las necesidades básicas de Elías: le da comida, agua y descanso. Solo después Dios habla. La Biblia dice que no fue con fuego ni viento, sino con un suave susurro (1 Reyes 19:12-13), igual que nuestro Padre. La sanación no comienza con el esfuerzo, ni con esforzarse más, ni con la voluntad de liberarse de la ansiedad. Tal como Dios lo modeló, la sanación llega con quietud y amabilidad. Con comprensión. Con cariño.

Recuerde: la Biblia dice que el Espíritu Santo está en usted. Dios le ha creado a su imagen perfecta. Eso significa que Dios creó el sistema nervioso para que fuera bueno. En otras palabras, que su cuerpo experimente ansiedad no es malo. Con la valentía del Espíritu Santo, podemos responder a las señales de nuestro cuerpo con compasión, aceptándolas como mensajeras y alabando al Dios que las diseñó para nuestra protección.

Reflexión: Hoy, reflexiona sobre un momento reciente de ansiedad. ¿Hubo alguna parte de usted que se sintiera especialmente preocupada o inquieta?

Ahora, piense: ¿de qué podrían haber estado tratando de protegerle esas partes?

¿Puede agradecerle a esa parte por preocuparse lo suficiente por usted como para intentar ayudarle, incluso si se sintió “mal” o perturbador?

Finalmente, si se siente seguro al hacerlo, ¿se imagina presentar esa parte a su yo actual? ¿O incluso a la presencia amorosa de Dios? ¿Qué podría notar al hacerlo?

Tome un momento para reflexionar sobre este ejercicio y tal vez incluso anotar algo de lo que le llamó la atención.

Oración: Señor, gracias por crearme. Cada parte de mí. Reconozco que no soy malo, que mi sistema nervioso no está mal, que no estoy roto. Ves las partes ansiosas, las protectoras, las que se preocupan, y no las avergüenzas. Dios, ¿me ayudarías a regularme? ¿Me darías la fuerza para reconocer que cada vez que siento ansiedad es la forma en que mi cuerpo me dice algo? ¿Me ayudarías a bajar el ritmo y observar cada parte de mí con compasión? ¿Me concederías la gracia de agradecer a mi sistema nervioso por mantenerme a salvo y me darías el valor para presentarle suavemente a Tu presencia amorosa? Confío en que me estás sanando desde dentro hacia fuera. Gracias por ser siempre bondadoso, amoroso y constante. Te lo pido en Tu nombre. Amén.

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La Compasión Por Encima De La Crítica: Ver La Ansiedad Desde Una Nueva Perspectiva

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