Job 33:19-30
Job 33:19-30 NVI
A veces nos castiga con el lecho del dolor, con frecuentes dolencias en los huesos. Nuestro ser encuentra repugnante la comida; el mejor manjar nos parece aborrecible. Nuestra carne va perdiéndose en la nada, hasta se nos pueden contar los huesos. Nuestra vida va acercándose al sepulcro, se acerca a los heraldos de la muerte. »Mas si un ángel, uno entre mil, aboga por el hombre y sale en su favor, y da constancia de su rectitud; si tiene compasión de él y le ruega a Dios: “Sálvalo de caer en la tumba, que ya tengo su rescate”, entonces el hombre rejuvenece; ¡vuelve a ser como cuando era niño! Orará a Dios, y él recibirá su favor; verá su rostro y gritará de alegría, y Dios lo hará volver a su estado de inocencia. El hombre reconocerá públicamente: “He pecado, he pervertido la justicia, pero no recibí mi merecido. Dios me libró de caer en la tumba; ¡estoy vivo y disfruto de la luz!” »Todo esto Dios lo hace una, dos y hasta tres veces, para salvarnos de la muerte, para que la luz de la vida nos alumbre.