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1 CORINTIOS 15:9-38

1 CORINTIOS 15:9-38 BLP

que soy el más pequeño entre los apóstoles y que no merezco el nombre de apóstol, por cuanto perseguí a la Iglesia de Dios. Pero la gracia divina ha hecho de mí esto que soy; una gracia que no se ha malogrado en cuanto a mí toca. Al contrario, me he afanado más que todos los otros; bueno, no yo, sino la gracia de Dios que actúa en mí. De cualquier modo, sea yo, sean los demás, esto es lo que anunciamos y lo que vosotros habéis creído. Y bien, si se proclama que Cristo ha resucitado, venciendo a la muerte, ¿cómo andan diciendo algunos de vosotros que los muertos no resucitarán? Si los muertos no han de resucitar, es que tampoco Cristo ha resucitado. Y si Cristo no ha resucitado, tanto nuestro anuncio como vuestra fe carecen de sentido. Es más, resulta que somos testigos falsos de Dios, por cuanto hemos dado testimonio contra él al afirmar que ha resucitado a Cristo, cosa que no es verdad si se da por supuesto que los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, es que no ha resucitado Cristo. Y si Cristo no ha resucitado, vuestra fe carece de valor y aún seguís hundidos en el pecado. En consecuencia también habremos de dar por perdidos a los cristianos que han fallecido. Si todo cuanto esperamos de Cristo se limita a esta vida, somos las personas más dignas de lástima. Pero no, Cristo ha resucitado venciendo la muerte y su victoria es anticipo de la de aquellos que han muerto. Pues si por un hombre vino la muerte, también por un hombre viene la resurrección de los muertos. En efecto, del mismo modo que, al compartir la naturaleza de Adán, toda la humanidad está sujeta a la muerte, en cuanto injertados en Cristo, todos retornarán a la vida. Pero cada uno en el puesto que le corresponda: Cristo en primer lugar como anticipo; después los que pertenecen a Cristo, el día de su gloriosa manifestación. Entonces será el momento final, cuando, aniquiladas todas las potencias enemigas, Cristo entregue el reino a Dios Padre. Mientras tanto, es preciso que Cristo reine hasta que Dios ponga a todos sus enemigos debajo de sus pies. Y como a último enemigo, destruirá a la muerte, porque Dios todo lo sometió debajo de sus pies. Bien entendido que, cuando la Escritura dice que «todo le ha sido sometido», no incluye a Dios, que es quien se lo sometió. Y cuando todo le haya quedado sometido, el Hijo se someterá a quien se lo sometió todo, para que Dios sea soberano de todo. Hay algunos que se hacen bautizar por los que han muerto; si es cierto que los muertos no han de resucitar, ¿qué sentido puede tener ese bautismo? Y nosotros mismos, ¿a qué ponernos en peligro a todas horas? Os aseguro, hermanos, por lo orgulloso que me siento de vosotros ante Cristo Jesús, Señor nuestro, que estoy al borde de la muerte cada día. Y si solo aspiro a una recompensa humana, ¿de qué me sirve haber sostenido en Éfeso un combate contra fieras? Si los muertos no resucitan, ¡comamos y bebamos, que mañana moriremos! No os engañéis: «Las malas compañías corrompen las buenas costumbres». Retornad al buen camino y no sigáis pecando; pues, para vergüenza vuestra, tengo que deciros que algunos de vosotros desconocen a Dios. Alguien preguntará: ¿y cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo lo harán? ¡Tonto de ti! Si tú siembras algo, no cobrará nueva vida a menos que antes muera. Y lo que siembras no es la planta entera que después ha de brotar, sino un simple grano, de trigo o de cualquier otra semilla. Dios, por su parte, proporciona a esa semilla, y a todas y cada una de las semillas, la forma que le parece conveniente.