1 SAMUEL 2:1-11
1 SAMUEL 2:1-11 BLP
Y Ana comenzó a orar así: Mi corazón salta de alegría por el Señor, mi fuerza reside en el Señor, mi boca se ríe de mis rivales, porque he disfrutado de tu ayuda. Nadie es santo como el Señor, nadie es fuerte como nuestro Dios, porque no hay otro como tú. No pronunciéis discursos altaneros, arrojad la arrogancia de vuestras bocas, porque el Señor es un Dios sabio y evalúa todas las acciones. El arco de los valientes se hace trizas y los cobardes se arman de valor. Los hartos se alquilan por pan y los hambrientos se sacian: la mujer estéril da a luz siete hijos y la madre fecunda se marchita. El Señor da la muerte y da la vida, hunde en el abismo y salva de él. El Señor empobrece y enriquece, rebaja y engrandece; saca del lodo al miserable, levanta de la basura al pobre para sentarlo entre los príncipes y adjudicarle un puesto de honor. Del Señor son los pilares de la tierra y sobre ellos cimentó el universo. Él guía los pasos de sus amigos, mientras los malvados se pierden en la oscuridad, porque nadie triunfa por sus fuerzas. El Señor desarma a sus adversarios, el Altísimo lanza truenos desde el cielo; el Señor juzga hasta el lugar más apartado; el Señor fortalece a su rey y engrandece el poder de su ungido. Elcaná volvió a su casa en Ramá, mientras el niño quedaba al servicio del Señor, bajo la custodia del sacerdote Elí.