ISAÍAS 41:1-29
ISAÍAS 41:1-29 BLP
Escuchadme, islas, en silencio; pueblos, esperad mi reprensión. Que se acerquen y entonces hablaremos, comparezcamos juntos a juicio. ¿Quién lo ha suscitado por oriente y le ofrece la victoria a cada paso, pone a su alcance a las naciones y le somete a sus reyes? Su espada los reduce a polvo, su arco los avienta como paja; los persigue y avanza seguro, y ni tocan sus pies el camino. ¿Quién lo ha hecho y realizado? El que llama al futuro desde el principio. Yo soy el Señor, el primero; y estaré presente con los últimos. Las islas lo contemplan temerosas, tiemblan los confines de la tierra; ya se acercan, ya están aquí. Cada cual ayuda a su compañero, y dice al de al lado: «Ánimo». El escultor anima al orfebre, el forjador al que golpea el yunque; le dice: «Va bien la soldadura», y la sujeta bien fuerte con clavos. Y tú, Israel, siervo mío, tú, Jacob, mi elegido, estirpe de mi amigo Abrahán, a quien tomé del confín de la tierra, a quien llamé de lejanas regiones; a quien dije: Tú eres mi siervo; te he elegido, no te he rechazado. No temas, que estoy contigo; no te angusties, que soy tu Dios. Te doy fuerza y voy a ayudarte, te sostiene mi diestra salvadora. Mira: se retraen avergonzados todos los que se afanan contra ti; en nada quedarán, perecerán todos los que pleitean contigo. Buscarás pero no encontrarás a la gente que te anda provocando; en nada quedarán, sin valor, todos los que te hacen la guerra. Porque yo, el Señor tu Dios, soy quien te toma de la mano, quien te dice: Nada temas, porque yo soy tu auxilio. No temas, gusanito de Jacob; no te angusties, cosita de Israel; te voy a auxiliar —oráculo del Señor—. Tu redentor es el Santo de Israel. Voy a convertirte en trillo cortante, en trillo nuevo, lleno de dientes. Trillarás, triturarás montañas, reducirás a paja las colinas; los aventarás, el viento los dispersará, el torbellino los arrebatará consigo. Pero tú te alegrarás en el Señor, te gloriarás del Santo de Israel. En vano los pobres buscan agua, la sed reseca su lengua. Yo, el Señor, les respondo; como Dios de Israel, no los abandono. Abriré canales en cumbres peladas, fuentes en medio de los valles; transformaré la estepa en estanque, la tierra desierta en manantiales. Llenaré la estepa de cedros, de acacias, mirtos y olivos; plantaré en el desierto cipreses, y a la vez olmos y abetos. Para que así vean y entiendan, y a la vez se fijen y aprendan que lo ha hecho la mano del Señor, lo ha creado el Santo de Israel. Presentad vuestra causa, dice el Señor, aducid vuestras pruebas, dice el Rey de Jacob; que se acerquen y nos digan lo que va a suceder. Decidnos cómo fue el pasado y prestaremos atención; anunciadnos el futuro y lo reconoceremos cuando llegue; predecid los signos del futuro y sabremos que sois dioses. Haced algo, bueno o malo, y que todos lo veamos admirados. Mas vosotros no sois nada, vuestras obras son vacío; es detestable elegiros como dioses. Del norte he suscitado a uno que está llegando; de oriente lo llamo por su nombre: pisoteará príncipes como barro, como pisa un alfarero la arcilla. ¿Quién lo dijo de antemano para que lo supiéramos por adelantado, para que asintiéramos diciendo: «Es cierto»? Pero nadie lo cuenta ni lo explica, y nadie escucha vuestras palabras. Lo he anunciado primero en Sion, he enviado un heraldo a Jerusalén. Miré, pero a nadie vi, ni un consejero entre ellos que pudiese responder a mi pregunta. Son todos pura nadería, sus obras un cero a la izquierda, viento y nulidad sus estatuas.