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1 REYES 1:1-53

1 REYES 1:1-53 RV2020

Cuando el rey David era ya un anciano entrado en años, lo cubrían de ropas, pero no entraba en calor. Le dijeron, por tanto, sus siervos: —Busquen para mi señor, el rey, una joven virgen que lo atienda y lo abrigue, que duerma a su lado y así mi señor, el rey, entrará en calor. Buscaron, pues, una joven hermosa por toda la tierra de Israel; encontraron a Abisag, la sunamita, y la llevaron al rey. La joven era hermosa; ella abrigaba al rey y lo servía, pero el rey nunca llegó a tener relaciones íntimas con ella. Entonces Adonías hijo de Haguit se rebeló, y dijo: —Yo reinaré. Adquirió carros, gente de a caballo y cincuenta hombres que corrieran delante de él. En todos sus días su padre nunca lo había reprendido ni le había dicho: «¿Por qué haces esto?». Además, era de muy hermoso parecer, y había nacido después de Absalón. Adonías se había puesto de acuerdo con Joab hijo de Sarvia y con el sacerdote Abiatar, quienes lo ayudaban. Pero el sacerdote Sadoc, Benaía hijo de Joiada, el profeta Natán, Simei, Rei y todos los grandes de David no seguían a Adonías. Mató Adonías un día ovejas, vacas y animales cebados junto a la peña de Zohelet, que está cerca de la fuente de Rogel, y convidó a todos sus hermanos, los hijos del rey, y a todos los hombres de Judá, siervos del rey. Pero no convidó al profeta Natán ni a Benaía ni a los grandes, ni a su hermano Salomón. Entonces Natán dijo a Betsabé, madre de Salomón: —¿No has oído que Adonías hijo de Haguit se ha proclamado rey sin saberlo David, nuestro señor? Ven pues, ahora, y oye mi consejo, para que conserves tu vida y la de tu hijo Salomón. Ve, preséntate ante el rey David y dile: «Rey y señor mío, ¿no juraste a tu sierva: “Salomón, tu hijo, reinará después de mí, y él se sentará en mi trono?”. ¿Por qué, pues, reina Adonías?». Mientras estés allí hablando con el rey, yo entraré detrás de ti y reafirmaré tus palabras. Entonces Betsabé entró en la habitación del rey. El rey estaba muy viejo y Abisag, la sunamita, lo servía. Betsabé se inclinó e hizo una reverencia al rey. El rey dijo: —¿Qué te pasa? Ella le respondió: —Señor mío, tú juraste a tu sierva por el Señor, tu Dios: «Salomón, tu hijo, reinará después de mí y se sentará en mi trono». Pero ahora reina Adonías, sin que tú, mi señor y rey, todavía lo sepas. Ha matado bueyes, animales cebados y muchas ovejas, y ha convidado a todos los hijos del rey, al sacerdote Abiatar y a Joab, general del ejército; pero no ha convidado a Salomón, tu siervo. Entre tanto, rey y señor mío, los ojos de todo Israel están puestos en ti, para que les anuncies quién se ha de sentar en el trono después de mi señor, el rey. De otra manera sucederá que cuando mi señor, el rey, duerma con sus padres, yo y mi hijo Salomón seremos considerados culpables. Mientras ella aún hablaba con el rey, llegó el profeta Natán. Le avisaron al rey: —Aquí está el profeta Natán. Cuando él entró donde estaba el rey, se postró ante el monarca rostro en tierra, y dijo: —Rey y señor mío, ¿has dicho tú: «Adonías reinará después de mí y se sentará en mi trono»? Porque hoy ha descendido a sacrificar bueyes, animales cebados y muchas ovejas, y ha convidado a todos los hijos del rey, a los capitanes del ejército, y también al sacerdote Abiatar: están comiendo y bebiendo delante de él, y gritan: «¡Viva el rey Adonías!». Pero ni a mí, tu siervo, ni al sacerdote Sadoc ni a Benaía hijo de Joiada ni a Salomón, tu siervo, ha convidado. ¿Es que esto ha sido ordenado por mi señor el rey, sin haber dado a conocer a tus siervos quién se había de sentar en el trono de mi señor el rey, después de él? El rey David respondió: —Llamadme a Betsabé. Entró ella a la presencia del rey y se quedó en pie delante de él. Entonces el rey hizo este juramento: —¡Vive el Señor, que ha redimido mi alma de toda angustia!, que como yo te he jurado por el Señor, Dios de Israel: «Tu hijo Salomón reinará después de mí y se sentará sobre mi trono en lugar mío», así lo haré hoy. Betsabé se inclinó ante el rey, con su rostro en tierra, y tras hacer una reverencia al rey, dijo: —¡Viva mi señor, el rey David, para siempre! Y el rey David dijo: —Llamadme al sacerdote Sadoc, al profeta Natán y a Benaía hijo de Joiada. Ellos entraron a la presencia del rey, y él les dijo: —Tomad con vosotros los siervos de vuestro señor, montad a mi hijo Salomón en mi mula y llevadlo a Gihón. Allí lo ungirán el sacerdote Sadoc y el profeta Natán como rey sobre Israel; vosotros tocaréis la trompeta y gritaréis: «¡Viva el rey Salomón!». Después iréis detrás de él, y vendrá a sentarse sobre mi trono y reinará en mi lugar, porque lo he escogido para que sea príncipe de Israel y de Judá. Entonces Benaía hijo de Joiada respondió al rey: —Amén. Así lo diga el Señor, Dios de mi señor el rey. De la manera que el Señor ha estado con mi señor el rey, así esté con Salomón, y haga mayor su trono que el trono de mi señor el rey David. Descendieron el sacerdote Sadoc, el profeta Natán, Benaía hijo de Joiada, los cereteos y los peleteos, montaron a Salomón en la mula del rey David y lo llevaron a Gihón. Tomó el sacerdote Sadoc el cuerno del aceite del tabernáculo y ungió a Salomón; tocaron la trompeta y gritó todo el pueblo: —¡Viva el rey Salomón! Después subió todo el pueblo detrás de él; cantaba la gente con flautas y manifestaba tan gran alegría, que parecía que la tierra se hundía bajo sus gritos. Adonías y todos sus convidados estaban terminando de comer, cuando oyeron el estruendo. También oyó Joab el sonido de la trompeta, y dijo: —¿Por qué se alborota la ciudad con tanto estruendo? Mientras él aún hablaba, llegó Jonatán, hijo del sacerdote Abiatar. Adonías le dijo: —Entra, porque tú eres hombre valiente y traerás buenas noticias. Jonatán respondió a Adonías: —Ciertamente, nuestro señor el rey David ha hecho rey a Salomón; el rey ha enviado con él al sacerdote Sadoc y al profeta Natán, a Benaía hijo de Joiada, y también a los cereteos y a los peleteos, los cuales lo montaron en la mula del rey. El sacerdote Sadoc y el profeta Natán lo han ungido rey en Gihón; de allí han subido alegremente, y la ciudad está alborotada. Este es el estruendo que habéis oído. Más aún, Salomón se ha sentado en el trono del reino, y aun los siervos del rey han venido a bendecir a nuestro señor el rey David y le han dicho: «Dios haga bueno el nombre de Salomón más que tu nombre, y haga mayor su trono que el tuyo». Y el rey ha adorado en la cama, y ha dicho además así: «Bendito sea el Señor, Dios de Israel, que ha dado hoy quien se siente en mi trono, y lo vean mis ojos». Entonces se estremecieron todos los convidados que estaban con Adonías, se levantaron y cada uno se fue por su camino. Pero Adonías, temiendo a Salomón, se levantó y fue a refugiarse al amparo del altar. Luego avisaron a Salomón: —Adonías tiene miedo del rey Salomón, pues se ha asido de los cuernos del altar y ha dicho: «Júreme hoy el rey Salomón que no matará a espada a su siervo». Y Salomón dijo: —Si él es hombre de bien, ni uno de sus cabellos caerá en tierra; pero si se halla mal en él, morirá. El rey Salomón mandó que lo trajeron del altar; vino él y se inclinó ante el rey Salomón. Salomón le dijo: —Vete a tu casa.

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