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JUAN 1:1-34

JUAN 1:1-34 RV2020

En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios. Estaba en el principio junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella nada de lo que ha sido hecho fue hecho. En ella estaba la vida y la vida era la luz de la humanidad. La luz resplandece en las tinieblas y las tinieblas no la dominaron. Hubo un hombre llamado Juan, enviado por Dios. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, a fin de que todos creyeran por medio de él. Juan no era la luz, sino testigo de la luz. La luz verdadera, la que ilumina a toda la humanidad, venía al mundo. La Palabra estaba en el mundo y el mundo fue hecho por medio de ella, pero el mundo no la conoció. Vino a lo suyo, pero los suyos no la recibieron. Mas a todos los que la recibieron, a quienes creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios, hijos no engendrados de sangre ni por voluntad de carne ni por voluntad de varón, sino hijos de Dios. Y la Palabra se encarnó y habitó entre nosotros; y vimos su gloria, la gloria que le corresponde como Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan dio testimonio de él y clamó diciendo: «De este es de quien yo decía: “Viene después de mí uno que es superior a mí; porque ya existía antes que yo”». De su plenitud ya hemos recibido todos, y gracia sobre gracia, porque la ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie le ha visto jamás. El Hijo único, que está en el seno del Padre, ese nos le ha dado a conocer. Este es el testimonio de Juan, manifestado cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle quién era. Él confesó y no negó. Confesó: —Yo no soy el Cristo. Y le preguntaron: —¿Entonces quién eres? ¿Eres Elías? Respondió: —No lo soy. —¿Eres el profeta? —No. Ellos insistieron: —¿Entonces quién eres? Tenemos que dar respuesta a quienes nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo? Respondió: —Yo soy, como dijo el profeta Isaías, la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor . Los enviados pertenecían a los fariseos y le preguntaron: —¿Por qué, pues, bautizas si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta? Juan les respondió: —Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis, el que viene después de mí y que es antes de mí, del cual no soy digno de desatar la correa de su calzado. Estas cosas sucedieron en Betábara, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando. Al día siguiente, Juan vio a Jesús que se acercaba a él, y dijo: —¡Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo! A él me refería yo cuando dije: «Viene después de mí uno, que es superior a mí; porque ya existía antes que yo». Ni yo mismo lo conocía, pero por eso vine bautizando con agua: para que él tenga ocasión de darse a conocer a Israel. Juan continuó dando testimonio: —Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma y permaneció sobre él. Yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: «El que bautiza con el Espíritu Santo es aquel sobre quien veas que desciende el Espíritu y que sobre él permanece». Yo lo he visto y testifico que este es el Hijo de Dios.

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