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JUAN 1:5-25

JUAN 1:5-25 RV2020

La luz resplandece en las tinieblas y las tinieblas no la dominaron. Hubo un hombre llamado Juan, enviado por Dios. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, a fin de que todos creyeran por medio de él. Juan no era la luz, sino testigo de la luz. La luz verdadera, la que ilumina a toda la humanidad, venía al mundo. La Palabra estaba en el mundo y el mundo fue hecho por medio de ella, pero el mundo no la conoció. Vino a lo suyo, pero los suyos no la recibieron. Mas a todos los que la recibieron, a quienes creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios, hijos no engendrados de sangre ni por voluntad de carne ni por voluntad de varón, sino hijos de Dios. Y la Palabra se encarnó y habitó entre nosotros; y vimos su gloria, la gloria que le corresponde como Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan dio testimonio de él y clamó diciendo: «De este es de quien yo decía: “Viene después de mí uno que es superior a mí; porque ya existía antes que yo”». De su plenitud ya hemos recibido todos, y gracia sobre gracia, porque la ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie le ha visto jamás. El Hijo único, que está en el seno del Padre, ese nos le ha dado a conocer. Este es el testimonio de Juan, manifestado cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle quién era. Él confesó y no negó. Confesó: —Yo no soy el Cristo. Y le preguntaron: —¿Entonces quién eres? ¿Eres Elías? Respondió: —No lo soy. —¿Eres el profeta? —No. Ellos insistieron: —¿Entonces quién eres? Tenemos que dar respuesta a quienes nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo? Respondió: —Yo soy, como dijo el profeta Isaías, la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor . Los enviados pertenecían a los fariseos y le preguntaron: —¿Por qué, pues, bautizas si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta?

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