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HEBREOS 10:1-10

HEBREOS 10:1-10 DHHE

La ley de Moisés era solamente una sombra de los bienes que habían de venir; no su verdadera realidad. Por eso la ley no puede hacer perfectos a quienes cada año se acercan a Dios para ofrecerle los mismos sacrificios. Pues si la ley realmente pudiera purificarlos del pecado, ya no se sentirían culpables y dejarían de ofrecer sacrificios. Pero estos sacrificios sirven más bien para hacerles recordar sus pecados cada año, ya que la sangre de los toros y de los chivos no puede quitar los pecados. Por eso Cristo, al entrar en el mundo, dijo a Dios: “No quieres sacrificios ni ofrendas, sino que me has dado un cuerpo. No te agradan los holocaustos ni las ofrendas para quitar el pecado. Entonces dije: ‘Aquí vengo, tal como está escrito de mí en el libro, para hacer, oh Dios, tu voluntad.’ ” En primer lugar dice que Dios no quiere ni le agradan sacrificios u ofrendas de animales, ni holocaustos para quitar el pecado, a pesar de que son cosas que la ley manda ofrecer. Y después añade: “Aquí vengo para hacer tu voluntad.” Es decir, que quita aquellos sacrificios antiguos y pone en su lugar uno nuevo. Dios nos ha consagrado por cuanto su voluntad fue cumplida por Jesucristo al ofrecer su cuerpo en sacrificio una sola vez y para siempre.

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