Firmes Y ConstantesMuestra
Llegamos al ecuador de este devocional, y tras varios días de hablar acerca de nuestra responsabilidad para poder crecer y desarrollarnos espiritualmente, quiero aclarar un punto importante para este proceso.
Sí, nosotros somos quienes debemos escoger entre crecer o no hacerlo, avanzar o retroceder, paralizarnos o movilizarnos. En tus manos, en las mías, está el abrirle la puerta a Jesús, el conectarnos a Él, a su alimento, a su Palabra. Pero no sólo se trata de nosotros, sobre todo se trata de Él.
¿A qué me refiero? Hay un mensaje que requiere grabarse a fuego en nuestra mente: el crecimiento lo da Dios. Recuérdalo siempre, el crecimiento es un don, un regalo, un resultado que viene de parte de Él. Con esto no quiero quitarle importancia a nuestra determinación, voluntad, y la gran parte activa que nos pertenece hacer a nosotros. Pero sí rebajar la presión en cuanto a los procesos y sobre todo, a los resultados. Yo puedo moverme en dirección a todo lo que me hará crecer, pero quien me proporciona y posibilita que crezca y me desarrolle es Dios. Y esto debemos recordarlo por una sencilla razón: no perder de vista lo esencial. A Él.
Hay un ejemplo claramente ilustrativo para esa reflexión, y está en los niños, en los bebés. ¿Qué hace un bebé cuando tiene frío, calor, hambre, sueño, gases? ¿o cuando simplemente necesita un abrazo, contacto físico, sentir el calor y el olor de su madre? Llora. Sea la necesidad que sea la que esté sintiendo y queriendo resolver, su forma de comunicarse con el mundo, con sus cuidadores, con los adultos que le proporcionen lo que necesite, es llorar. ¿Y conforme va creciendo? Cuando empieza a verbalizar algunos conceptos, habla, pide, patalea si es necesario. Utiliza, en cada etapa, los recursos que tiene a su alcance, los que ha visto que funcionan, que dan resultados. Pero realmente, ¿quien está satisfaciendo sus necesidades? ¿quién le proporciona en realidad todo lo que necesita a cada momento? ¿quién vigila su estado, quién responde a su llanto? La mamá, el papá, los abuelos...etc. Las personas que cuidan de él o de ella. Él sólo tiene que comunicarse, que moverse, que buscar... y el que busca, encuentra.
Lo mismo ocurre con nosotros. Tenemos al mejor cuidador y guardador de nuestras vidas, tenemos al precioso y atento Espíritu Santo. Tenemos al Padre de todos los padres, al más amoroso, cercano y perfecto. Tenemos a quién acudir en busca de ayuda, de alimento, de luz, de guía, de atención. Tenemos a Jesús.
Así que sí, debemos llorar, clamar, pedir o buscar. Tenemos parte activa en nuestro crecimiento, pero también tenemos la seguridad y la paz de saber, que somos escuchados, atendidos, que somos amados y alimentados. Él nos da lo necesario para crecer y madurar. ¿A qué esperamos?
Acerca de este Plan
Firmes y Constantes es un devocional de la Iglesia Rey de Reyes. A lo largo de estos 7 días, podrás descubrir las claves para un crecimiento espiritual efectivo. La evidencia de una vida espiritualmente sana, es el crecimiento que se observa en ella, cuando no lo hay, se debe buscar la causa, y sanar el problema.
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Nos gustaría agradecer a la Iglesia Rey de Reyes por brindar este plan. Para mayor información por favor visite: http://reydereyesad.org