¿Cómo te llama Dios?

Nadie puede negar que los grandes personajes de la Biblia, antes de ser quienes definitivamente fueron, eran personas normales y comunes, más bien insignificantes, incluso a la luz de los protagonistas del tiempo en el que vivieron. Hombres y mujeres que no llamaban la atención, que no tenían grandes cosas que aportar, que quizás no contaban con méritos para ser “importantes”; pero que, al conectar con su Creador, descubrieron que eran personas de propósito y que tenían algo que hacer en esta tierra.

La mayoría de ellos no tenían claro el enfoque de hacia dónde debían ir o qué debían hacer. Pero un día, todo cambió: ¡recibieron una palabra!

Una palabra que revelada a su condición humana parecía inalcanzable, que rompía los paradigmas de una generación, que era una promesa desproporcionada para su realidad terrenal, que gravitaría por años y décadas sobre ellos recordándoles que algún día… Dios lo haría. Que rompería el crono natural de una temporada y que permitiría bendecir a millones de personas posteriormente.

Ahora es tiempo de abrir tus oídos y estar atento al llamado de Dios para ti. Ten en cuenta que esto no ocurre solamente escuchando su voz de forma audible, aunque puede pasar; sino que existen multiformes maneras en las cuales el Creador puede hacerte saber que estás en esta tierra para hacer algo, para lo cual fuiste ordenado y que además desde la eternidad le plació entregarte porque sabe de lo que eres capaz.

Quizás en la distancia del tiempo pudiste haber oído una conferencia, una charla, leíste un libro, tal vez en un momento leyendo las Escrituras, algo quemó tu interior como con un fuego intenso y te dijiste: “Para esto nací”.

Es posible que hayas estado luchando con una palabra que gravita sobre tu vida y por ende, la de tu familia; algo que, cuando es mencionado, sensibiliza tu cuerpo y comienzas a temblar. Algo tan trascendental que si te parases frente a ello, viendo tu condición actual, reconoces que solo lo alcanzarás, si es Dios quien lo hace.

Si estás en ese momento en el que humanamente no sabes por dónde empezar, has llegado al comienzo de tu travesía por alcanzar tu sueño. Probablemente, mientras haces este devocional, Dios empiece a darte instrucciones claras. Pero quisiera ser enfático en algo que no debe desenfocar tu atención:

Tener una meta no es tener un sueño.