Pecados OcultosMuestra
Lo bueno, en mala forma.
Incluso nuestras mejores obras son como trapos de inmundicia. ¿No te has encontrado frecuentemente, incluso cuando estás haciendo buenas cosas, realizándolas bajo motivaciones equivocadas? A mí me pasa muchísimo:
- A veces hacemos cosas desde la apariencia, pero no desde el corazón.
- Quizá esperamos obtener algo a cambio, aunque sea la tranquilidad de una conciencia cauterizada.
- Otras veces pedimos que el Señor ponga orden en una situación, pero por un sentido mayor de venganza que de justicia.
- El amor puro no suele ser lo que nos mueve, sino cierto legalismo, o cumplir desde un sentido frío de responsabilidad, que el Señor discierne perfectamente, aunque nosotros no a menudo.
- Nuestras “verdades” vienen a menudo desprovistas del amor que debería caracterizarnos, y no es infrecuente, como suele decirse en el refrán castellano, “desvestir un santo para vestir a otro”: por intentar ser honestos, faltamos al amor, o a la justicia, porque nos olvidamos con frecuencia que en lo que juzgamos a otros, nosotros mismos erramos (Romanos 2:1).
Así las cosas (entre otras)...
- cuando nos comparamos con otros, en el mejor de los casos nos parece pasar el listón, y nos sentimos aprobados.
- Cuando la comparación es respecto a nosotros mismos, igualmente, reconocemos ciertos avances, eso incluso tranquiliza nuestras conciencias, y nos decimos “Ya no soy el que era” pero, ¿es suficiente?
- Sin embargo, honestamente, no es con otros ni con nosotros con quienes deberíamos compararnos. Eso también es una forma de autoengaño. Nuestra medida es Cristo, y ahí sí no damos la talla.
“Mis pensamientos no son vuestros pensamientos” –nos dice el Señor (Isaías 55:8-9). Olvidar esto es desviarse. Nos creemos nuestras propias mentiras, los sucedáneos nos parecen tan buenos como el “producto original”, y no distinguimos un vaso a medias de la plenitud de Cristo y de la llenura de Su Espíritu.
David se pregunta “¿Quién podrá entender sus propios errores?”. Siendo que Sus pensamientos son mucho más altos que los nuestros, habrá siempre una parte que nos será oculta, porque ni siquiera somos capaces de captarla, retenerla y mucho menos corregirla.
Sin embargo, ¡qué importante la petición que sigue, para que Dios nos siga librando de lo que no conocemos y también de lo que sí (nuestras soberbias)! Tal vez lo haga apartando nuestros pies de esos caminos, llevándonos a ver a tiempo, corrigiendo nuestros pasos, o trayendo convicción a nuestros corazones, como el día en que le conocimos.
Acerca de este Plan
¡Qué difícil es la lucha con el pecado! No solo por lo que cuesta vencer aquellos que identificamos, sino por lo imposible de mirar tan hacia dentro que seamos conscientes de los que nos son ocultos. En este plan indagamos en nuestro corazón y pedimos, como David en el Salmo 19, que nos libre incluso de los que no conocemos.
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Nos gustaría agradecer a Lidia Martín por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://www.lidiamartin.com/