Pecados OcultosMuestra
Cuando Dios no es mi deseo.
Solemos sacar a Dios fácilmente de nuestra “fiesta” personal. Es, posiblemente, uno de nuestros más grandes pecados ocultos. La impiedad, el no tener a Dios en cuenta, y es sutil, porque solemos pensar que esto es algo que hacen “los de fuera”, como si “los de dentro” estuviéramos exentos de tal cosa.
Piénsalo detenidamente: por supuesto, se suele llamar impío en la Biblia a quien no tiene a Dios en consideración. Lo niega, mira hacia otro lado constantemente y en su corazón dice “No hay Dios”. Es un necio (Salmo 14:1-3). Pero haberle tenido alguna vez en cuenta en nuestra vida no significa que lo hagamos constantemente. Quizá nos acercamos en busca de salvación, ya sea eterna o puntual en los momentos en que el sufrimiento arrecia más, pero el Señor no es nuestra delicia día y noche, y hemos de reconocerlo.
Incluso los creyentes, si somos completamente honestos, hemos de reconocer que cuando pensamos en los deseos de nuestro corazón, en lo que querríamos para nuestra vida, o al plantearnos dónde queremos estar en el futuro (como si nos viéramos en un espejo imaginándonos el futuro al más puro estilo cinematográfico) Dios pocas o ninguna vez está en esa estampa. Quizá en nuestro sutil intento de autoengaño nos decimos “Bueno, se sobreentiende. Dios siempre está allí”, pero realmente no hemos considerado al Señor en nuestra ecuación y, probablemente, ni siquiera se la hemos presentado para Su bendición.
Sacamos a Dios de la fiesta antes siquiera de empezarla. Da igual si eres más del corte del hijo menor de la parábola, claramente impío (Lucas 15:11-32) o si, por el contrario, has servido a tu Padre toda la vida, como el hijo mayor. Ninguno de ambos contaba con el Padre para su celebración personal, fuera de casa o dentro de ella. Para el hijo mayor su huida no era tan evidente, y se conformaba con aparentar ser mejor que su hermano, pero en el fondo manipulaba al Padre, y esperaba su “justa” retribución.
El Señor nos libre de pecar a sabiendas, por supuesto, pero también de hacerlo en nuestra inconsciencia y necedad, incluso pensando que le servimos de forma impecable. Siempre atentos y velando, siempre sabios y considerándole. Ese es el reto imposible que solo se cumple en Sus fuerzas. Por Sus palabras quedamos advertidos, expuestos, para no seguir huyendo, y por ellas también reconciliados, cuando volvemos a casa.
Escritura
Acerca de este Plan
¡Qué difícil es la lucha con el pecado! No solo por lo que cuesta vencer aquellos que identificamos, sino por lo imposible de mirar tan hacia dentro que seamos conscientes de los que nos son ocultos. En este plan indagamos en nuestro corazón y pedimos, como David en el Salmo 19, que nos libre incluso de los que no conocemos.
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Nos gustaría agradecer a Lidia Martín por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://paraquenosvayabien.com/