Una Navidad desde el pesebreMuestra

A finales de noviembre volvía de Madrid con una amiga, y surgía el típico debate que no puede faltar año tras año: ¿Cuándo se puede empezar a escuchar villancicos?

Como puedes imaginar, no nos pusimos de acuerdo, y la realidad es que nadie suele ponerse de acuerdo sobre cuál es la fecha ideal en la que deberíamos empezar a prepararnos para la Navidad.

Sin embargo, Dios inició los preparativos para la Navidad mucho antes de lo que solemos imaginar. La conocida profecía de Isaías acerca del niño nacido y del Hijo dado fue escrita unos 500 años antes del nacimiento de Jesús.

En aquel tiempo, resultaba crucial que el pueblo de Dios comprendiera esa profecía mientras esperaban la llegada de la primera Navidad. Y hoy en día, también necesitamos comprenderla de forma adecuada al recordarla.

El capítulo 9 de Isaías tiene un mensaje para nosotros.

Mira a quién está destinada la profecía:

«El pueblo que andaba en la oscuridad ha visto una gran luz; sobre los que vivían en densas tinieblas la luz ha resplandecido».

¿Y qué significa esa gran luz? ¡Alegría, esperanza, y libertad!

Y aquí llegamos al primer elemento de la natividad: la estrella.

La luz de esa estrella, tal como nos cuenta el pasaje en Mateo 2, guió a los magos, señalando el nacimiento del Salvador. En ese manto nocturno, la estrella de Belén se alzó como un faro iluminando el camino hacia donde se encontraba el Mesías.

Esa estrella no es simplemente un punto de luz en la historia. Es un recordatorio de la luz de Cristo que resplandece sobre la oscuridad del mundo. Y al igual que aquellos magos, nosotros también somos llamados a seguir esa luz con fe y expectación.

Dios no vino a este mundo para aplaudir a los triunfadores y felicitar a los que tienen la vida resuelta. Vino para que los que caminan en la oscuridad puedan vez la luz.