Cuidemos nuestro corazón

Si en mi corazón hubiera yo abrigado maldad, el Señor no me habría escuchado;

Salmos 66:18

Aún lo más profundo de nuestro corazón está al descubierto delante de Dios. No podemos esconder nuestros sentimientos, pensamientos o intenciones.

Podemos trabajar en una imagen de piedad para que las personas nos admiren o reconozcan, pero al mismo tiempo estar deleitandonos en el pecado, esto no debe pasar. Podemos engañar a las personas, pero Dios no puede ser burlado.

El salmista nos deja conocer la razón por la cual Dios escuchó su clamor y respondió a su favor; el salmista nos dice que no abrigaba maldad en si corazón, al dirigirse al Señor lo hizo con motivaciones puras, con una intención limpia, con una actitud de sinceridad delante de Dios.

Nuestra oración debe ser transparente, espontánea y en confianza delante de nuestro Redentor. Al llegar delante del Trono de Dios podemos hacerlo confiadamente en la misericordia y comprensión de Dios, Él sabe que somos polvo y fallamos.

No podríamos dirigirnos a Dios si la maldad gobernará nuestra vida, es por eso que Él en su gracia proveyó el Cordero que quita el pecado de nuestra vida. ¡Gracias sean dadas a Dios por Su Don Inefable! ¡Gracias a Dios por Cristo quien limpia nuestra vida de toda maldad!

Cuidemos nuestro corazón, que no existe ni una sola raíz de amargura.