Qué Dice La Biblia De Tu TrabajoMuestra

EL GRAN AUSENTE
La conexión divina de nuestro trabajo cotidiano

En el corazón de nuestra fe cristiana yace una verdad a menudo olvidada, una perla de gran valor escondida en la cotidianidad de nuestras vidas: nuestro trabajo diario. A lo largo de nuestras jornadas, podemos fácilmente perdernos en la rutina o ver nuestras ocupaciones como meros medios para un fin. Sin embargo, la Biblia nos enseña que hay mucho más en nuestra labor diaria de lo que podemos percibir a primera vista.

La carta de Pablo a los Colosenses (3:23-24) nos invita a realizar todo trabajo de corazón, como para el Señor y no para los hombres, recordándonos que servimos a Cristo el Señor. Esta perspectiva transforma completamente nuestra visión del trabajo, elevándolo de una tarea mundana a una vocación divina.

A menudo, la Iglesia ha enfocado sus enseñanzas en aspectos espirituales tradicionales, olvidando integrar la esfera del trabajo secular en su misión. La crisis económica en Argentina en 2001, donde familias luchaban día a día por su sustento, me recordó dolorosamente esta desconexión. Fue entonces cuando comprendí la importancia de reconciliar nuestra fe con nuestro trabajo, de entender que no hay división entre lo sagrado y lo secular en los ojos de Dios.

Todo trabajo, desde el más humilde hasta el más exaltado, tiene un propósito divino. No es meramente un mal necesario, un medio para fines más placenteros, o algo que define nuestra identidad. Más bien, es una vocación, un llamado de Dios para glorificarlo y servir a los demás con nuestros dones y habilidades. Esta visión eleva el trabajo a una forma de adoración, una oportunidad para participar en la obra de Dios en el mundo.

La historia de la Iglesia y especialmente la reforma protestante resalta la importancia del trabajo como un medio para glorificar a Dios. Este mensaje es vital en nuestros días, donde el trabajo ocupa gran parte de nuestras vidas y afecta profundamente nuestra felicidad y sociedad. A través de nuestro trabajo, podemos influir en las estructuras sociales, económicas, y culturales de nuestro entorno. Sin embargo, la iglesia aún no ha impactado el mundo laboral como podría, manteniendo al trabajo como el gran ausente en su misión.

Es hora de cambiar nuestra perspectiva y empezar a ver nuestro trabajo como lo que realmente es: una oportunidad para avanzar el Reino de Dios aquí en la tierra.

Al integrar nuestra fe con nuestro trabajo, no solo encontraremos mayor propósito y satisfacción en nuestras labores diarias, sino que también seremos testigos de cómo el evangelio transforma no solo corazones individuales, sino también estructuras sociales y culturales.

En conclusión, cada uno de nosotros está llamado a mirar su trabajo a través de los ojos de la fe, reconociendo en él una oportunidad divina para servir a Dios y al prójimo. Esta visión nos desafía a vivir nuestra fe de manera integral, impactando todas las esferas de la vida y transformando nuestro mundo de manera tangible y eterna. El trabajo, lejos de ser un mal necesario o un medio para un fin, es una vocación santa y un campo fértil para el ministerio. Que podamos abrazar esta verdad con corazones apasionados y manos dispuestas, para la gloria de Dios y el bien de nuestro mundo.