«¡Oh, Israel! —dice el SEÑOR—,
si quisieras, podrías volver a mí.
Podrías desechar tus ídolos detestables
y no alejarte nunca más.
Después, cuando jures por mi nombre diciendo:
“Tan cierto como que el SEÑOR vive”,
lo podrías hacer
con verdad, justicia y rectitud.
Entonces serías una bendición a las naciones del mundo,
y todos los pueblos vendrían y alabarían mi nombre».