Sí, la verdad ha desaparecido y se ataca a todo el que abandona la maldad. El SEÑOR miró y le desagradó descubrir que no había justicia. Estaba asombrado al ver que nadie intervenía para ayudar a los oprimidos. Así que se interpuso él mismo para salvarlos con su brazo fuerte, sostenido por su propia justicia. Se puso la justicia como coraza y se colocó en la cabeza el casco de salvación. Se vistió con una túnica de venganza y se envolvió en un manto de pasión divina. Él pagará a sus enemigos por sus malas obras, y su furia caerá sobre sus adversarios; les dará su merecido hasta los confines de la tierra. En el occidente, la gente respetará el nombre del SEÑOR; en el oriente, lo glorificará. Pues él vendrá como una tempestuosa marea, impulsado por el aliento del SEÑOR. «El Redentor vendrá a Jerusalén para rescatar en Israel a los que se hayan apartado de sus pecados», dice el SEÑOR. «Y este es mi pacto con ellos —dice el SEÑOR—. Mi Espíritu no los dejará, ni tampoco estas palabras que les he dado. Estarán en sus labios y en los labios de sus hijos, y de los hijos de sus hijos, para siempre. ¡Yo, el SEÑOR, he hablado!
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