Esto dice el SEÑOR: «Tu lesión es incurable, una herida terrible. No hay nadie que te ayude ni que vende tu herida. Ningún medicamento puede curarte. Todos tus amantes, tus aliados, te han abandonado y ya no se interesan por ti. Te he herido cruelmente como si fuera tu enemigo. Pues tus pecados son muchos y tu culpa es grande. ¿Por qué te quejas de tu castigo, de esta herida que no tiene cura? He tenido que castigarte porque tus pecados son muchos y tu culpa es grande. »Pero todos los que te devoran serán devorados, y todos tus enemigos serán enviados al destierro. Todos los que te saquean serán saqueados, y todos los que te atacan serán atacados. Te devolveré la salud y sanaré tus heridas —dice el SEÑOR—, aunque te llamen desechada, es decir, “Jerusalén, de quien nadie se interesa”».
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