Dios también le dijo a Jerusalén: «Tu herida es una llaga que ya no tiene remedio. No hay nadie que te defienda; no hay medicina que te sirva; jamás volverás a estar sano. Los países en que confiabas te han olvidado; ¡ya no les importas! Yo te he causado dolor, como si fuera tu enemigo. Pero no tiene caso que te quejes; ¡para tu dolor ya no hay remedio! Te he castigado y corregido, porque has cometido muchos pecados. »Por esa misma razón, los que te roben serán robados, los que te ataquen serán atacados, y los que te destruyan serán destruidos. Castigaré a todos tus enemigos y los mandaré como esclavos a las naciones más lejanas. Pero a ti te curaré las heridas. No importa que todos te desprecien y te llamen “Ciudad abandonada”».
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