Tu eterna palabra, oh SEÑOR, se mantiene firme en el cielo. Tu fidelidad se extiende a cada generación, y perdura igual que la tierra que creaste. Tus ordenanzas siguen siendo verdad hasta el día de hoy, porque todo está al servicio de tus planes. Si tus enseñanzas no me hubieran sostenido con alegría, ya habría muerto en mi sufrimiento. Jamás olvidaré tus mandamientos, pues por medio de ellos me diste vida. Soy tuyo, ¡rescátame!, porque me he esforzado mucho en obedecer tus mandamientos. Aunque los malvados se escondan por el camino para matarme, con calma, mantendré mi mente puesta en tus leyes. Aun la perfección tiene sus límites, pero tus mandatos no tienen límite.
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