Oh Dios, escucha mi queja; protege mi vida de las amenazas de mis enemigos. Escóndeme de las conspiraciones de esta turba malvada, de esta pandilla de malhechores. Afilan su lengua como espada y apuntan como flechas sus palabras amargas. Le tiran a los inocentes desde una emboscada; los atacan de repente y sin temor. Se animan unos a otros a hacer el mal y maquinan cómo tender sus trampas en secreto. «¿Quién se dará cuenta?», preguntan. Dicen mientras traman sus delitos: «¡Hemos orquestado el plan perfecto!». Es cierto, el corazón y la mente del ser humano son astutos. Pero Dios mismo les lanzará sus flechas y los herirá de repente. Su propia lengua los arruinará, y quienes los vean, menearán la cabeza en señal de desprecio. Entonces todos temerán; proclamarán los poderosos actos de Dios, y se darán cuenta de todas las cosas asombrosas que él hace. Los justos se alegrarán en el SEÑOR, y en él encontrarán refugio. Y los que hacen lo correcto lo alabarán.
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