Resulta que estábamos todos nosotros en el campo atando gavillas. De pronto, mi gavilla se levantó y quedó erguida, mientras que las de ustedes se juntaron alrededor de la mía y se inclinaron ante ella. Sus hermanos replicaron: —¿De veras crees que vas a reinar sobre nosotros y que nos vas a gobernar? Y lo odiaron aún más por los sueños que él contaba. Después José tuvo otro sueño y se lo contó a sus hermanos. Les dijo: —Tuve otro sueño en el que veía que el sol, la luna y once estrellas se inclinaban ante mí. Cuando se lo contó a su padre y a sus hermanos, su padre lo reprendió: —¿Qué quieres decirnos con este sueño que has tenido? —le preguntó—. ¿Acaso tu madre, tus hermanos y yo vendremos a postrarnos en tierra ante ti? Sus hermanos le tenían envidia, pero su padre meditaba en todo esto. En cierta ocasión, los hermanos de José se fueron a Siquén para apacentar las ovejas de su padre. Israel dijo a José: —Tus hermanos están en Siquén apacentando las ovejas. Quiero que vayas a verlos. —Está bien —contestó José. Israel continuó: —Vete a ver si tus hermanos y el rebaño están bien y tráeme noticias frescas. Y lo envió desde el valle de Hebrón. Cuando José llegó a Siquén, un hombre lo encontró caminando por el campo y le preguntó: —¿Qué andas buscando? —Estoy buscando a mis hermanos —contestó José—. ¿Podría usted indicarme dónde están apacentando el rebaño? —Ya se han marchado de aquí —le informó el hombre—. Los oí decir que se dirigían a Dotán. José siguió buscando a sus hermanos y los encontró cerca de Dotán. Como ellos alcanzaron a verlo desde lejos, antes de que se acercara tramaron un plan para matarlo.
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