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Isaías 5:8-30

Isaías 5:8-30 NVI

¡Ay de aquellos que acaparan casa tras casa y se apropian de campo tras campo hasta que no dejan lugar para nadie más, y terminan viviendo solos en la tierra! El SEÑOR de los Ejércitos me ha dicho al oído: «Ciertamente muchas casas quedarán devastadas y no habrá quien habite las grandes mansiones. Tres hectáreas de viña solo producirán un bato de vino y un jómer de semilla dará tan solo un efa de grano». ¡Ay de los que madrugan para ir tras bebidas embriagantes, que se quedan hasta muy tarde para encenderse con vino! En sus banquetes hay arpas, liras, panderos, flautas y vino; pero no se fijan en los hechos del SEÑOR ni tienen en cuenta las obras de sus manos. Por eso mi pueblo será exiliado por falta de conocimiento; sus nobles perecerán de hambre y la gente común morirá de sed. Por eso la muerte ensancha su garganta, y desmesuradamente abre su boca. Allí bajan nobles y plebeyos con sus juergas y diversiones. El pueblo será humillado, la humanidad, doblegada y abatidos los ojos altivos. Pero el SEÑOR de los Ejércitos será exaltado en justicia, el Dios santo se mostrará santo en rectitud. Los corderos pastarán como en praderas propias y las cabras comerán entre las ruinas de los ricos. ¡Ay de los que arrastran iniquidad con cuerdas de mentira y el pecado con sogas de carreta! Dicen: «¡Que Dios se apure, que apresure su obra para que la veamos; que se acerque y se cumpla el plan del Santo de Israel, para que lo conozcamos!». ¡Ay de los que llaman a lo malo bueno y a lo bueno malo, que tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas, que tienen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo! ¡Ay de los que se consideran sabios, de los que se creen inteligentes! ¡Ay de los valientes para beber vino, de los campeones que mezclan bebidas embriagantes, de los que por soborno absuelven al culpable y niegan sus derechos al inocente! Por eso, así como las lenguas de fuego devoran la paja y el pasto seco se consume en las llamas, su raíz se pudrirá y, como el polvo, se disipará su flor. Porque han rechazado la Ley del SEÑOR de los Ejércitos y han desdeñado la palabra del Santo de Israel. Por eso se enciende la ira del SEÑOR contra su pueblo, levanta la mano contra él y lo golpea; las montañas se estremecen, los cadáveres quedan como basura en medio de las calles. A pesar de todo esto, la ira de Dios no se ha aplacado; su mano aún sigue extendida. Con una bandera hará señas a una nación lejana, con un silbido la llamará desde el extremo de la tierra, y esta nación llegará presta y veloz. Ninguno de ellos se cansa ni tropieza, ni dormita ni se duerme; a ninguno se le afloja el cinturón ni se le rompe la correa de las sandalias. Sus flechas son puntiagudas, tensos todos sus arcos; parecen dura piedra los cascos de sus caballos y torbellino las ruedas de sus carros. Su rugido es el de una leona, como el de los leoncillos: gruñe y atrapa la presa, y se la lleva sin que nadie se la arrebate. En aquel día bramará contra ella como brama el mar. Si alguien contempla la tierra, la verá sombría y angustiada; entonces la luz se ocultará tras negros nubarrones.

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