Así dice el SEÑOR de los Ejércitos acerca de Edom:
«¿Ya no hay sabiduría en Temán?
¿Se acabó el consejo de los inteligentes?
¿Acaso se ha echado a perder su sabiduría?
Habitantes de Dedán:
¡Huyan, vuélvanse atrás!
¡Escóndanse en lo más profundo de la tierra!
Yo provocaré un desastre sobre Esaú,
pues le llegó la hora del castigo.
Si los que cosechan las uvas vinieran a ti,
¿no te dejarían algunas uvas?
Si de noche te llegaran ladrones,
¿no se llevarían solo lo que desean?
Pero yo despojaré por completo a Esaú;
pondré a descubierto sus escondites,
y no podrá ocultarse.
Sus hijos, parientes y vecinos,
serán destruidos y dejarán de existir.
¡Abandona a tus huérfanos,
que yo les protegeré la vida!
¡Tus viudas pueden confiar en mí!».
Así dice el SEÑOR: «Los que no estaban condenados a beber la copa de castigo la bebieron. ¿Y acaso tú vas a quedarte sin castigo? ¡De ninguna manera quedarás impune, sino que también beberás de esa copa! Tan cierto como que yo vivo —afirma el SEÑOR—, Bosra se convertirá en objeto de maldición, en horror, deshonra y ruina. Para siempre quedarán en ruinas todas sus ciudades».
He oído un mensaje de parte del SEÑOR.
Un heraldo ha sido enviado a las naciones, diciendo:
«¡Reúnanse, ataquen a la ciudad!
¡Prepárense para la guerra!
»Te haré pequeño entre las naciones,
menospreciado por la humanidad.
Tú, que habitas en las hendiduras de las rocas;
tú, que ocupas las alturas de los montes:
fuiste engañado por el terror que infundías
y por el orgullo de tu corazón.
Aunque pongas tu nido tan alto como el del águila,
desde allí te haré caer»,
afirma el SEÑOR.
«Tan espantosa será la caída de Edom
que todo el que pase por él
quedará atónito y se burlará de todas sus heridas.
Será como en la destrucción de Sodoma y Gomorra
y de sus ciudades vecinas;
nadie volverá a habitar allí,
ningún ser humano vivirá en ella»,
afirma el SEÑOR.
«Como león que sale de la espesura del Jordán
hacia praderas de verdes pastos,
en un instante espantaré de su tierra a los de Edom.
¿Quién es el elegido que nombraré para esto?
Porque, ¿quién como yo?
¿Quién me puede desafiar?
¿Qué pastor se me puede oponer?».
Por eso, escuchen el plan que el SEÑOR ha diseñado contra Edom;
escuchen lo que tiene planeado contra los habitantes de Temán:
Serán arrastrados los más pequeños del rebaño;
por causa de ellos sus praderas quedarán asoladas.
Tiembla la tierra por el estruendo de su caída;
hasta en el mar Rojo resuenan sus gritos.
Remonta vuelo el enemigo,
se desliza como un águila,
extiende sus alas sobre Bosra.
En aquel día se angustiarán los valientes de Edom,
como se angustia una mujer de parto.
Mensaje acerca de Damasco:
«Jamat y Arfad están desanimadas,
pues ya saben la mala noticia.
Están inquietas, se agitan como el mar
y no pueden calmarse.
Damasco desfallece;
trató de huir,
pero la dominó el pánico.
Se halla presa de la angustia y el dolor,
como si estuviera de parto.
¿Por qué no ha sido abandonada
la ciudad famosa, la que era mi delicia?
Por eso, sus jóvenes quedarán tendidos en las calles;
¡perecerán todos sus soldados!»,
afirma el SEÑOR de los Ejércitos.
«Prenderé fuego al muro de Damasco,
y los palacios de Ben Adad serán consumidos».
Así dice el SEÑOR acerca de Cedar y de los reinos de Jazor que fueron atacados por Nabucodonosor, rey de Babilonia:
«¡Vamos, ataquen a Cedar!
¡Destruyan a esa gente del oriente!
Sus tiendas de campaña y rebaños les serán arrebatados,
se llevarán sus cortinas,
bienes y camellos.
La gente les gritará:
“¡El terror está por todas partes!”.
»¡Huyan, habitantes de Jazor!
Escapen ya, escóndanse
en lo más profundo de la tierra»,
afirma el SEÑOR.
«Nabucodonosor, rey de Babilonia,
maquina planes contra ustedes;
contra ustedes ha diseñado un plan.
»¡Levántense y ataquen a esta nación indolente
que vive del todo confiada,
nación que no tiene puertas ni cerrojos
y que vive muy aislada!»,
afirma el SEÑOR.
«Sus camellos serán el botín,
y su numeroso ganado, el despojo.
Dispersaré a los cuatro vientos a los que se rapan las sienes;
de todas partes les traeré su ruina»,
afirma el SEÑOR.
«Jazor se convertirá en una guarida de chacales,
en un lugar desolado para siempre.
Ningún ser humano vivirá allí,
nadie habitará en ese lugar».
La palabra del SEÑOR acerca de Elam vino al profeta Jeremías al comienzo del reinado de Sedequías, rey de Judá.
Así dice el SEÑOR de los Ejércitos:
«Voy a quebrar el arco de Elam;
voy a acabar con lo mejor de su poderío.
Voy a desatar contra Elam los cuatro vientos
desde los cuatro extremos del cielo.
Los voy a esparcir por los cuatro vientos,
y no quedará nación alguna
adonde no lleguen sus desterrados.
Aterraré a Elam frente a sus enemigos,
frente a los que atentan contra su vida;
desataré mi ardiente ira,
y traeré sobre Elam calamidad»,
afirma el SEÑOR.
«Haré que la espada los persiga
hasta que los haya exterminado.
Estableceré mi trono en Elam,
y destruiré a su rey y a sus oficiales»,
afirma el SEÑOR.
«Pero en los días venideros
restauraré la fortuna de Elam»,
afirma el SEÑOR.